El alma de María fue un santuario iluminado siempre por el
pensamiento de Dios; ni un solo instante permaneció sin Dios.
Constantemente ardía dentro de ella la llama pura del más
acendrado amor.
Ni los ángeles, ni los querubines y serafines alcanzaron
nunca las excelencias de la plegaria de María.
Ella sola es un sol que ilumina más a las creaturas y les
trasmite más resplandores de Dios y ofrece ella misma más gloria a Dios que
todas las demás creaturas.
VIRGEN ORANTE, QUE NUNCA DEJEMOS APAGAR EN NOSOTROS, LA LLAMA DEL
AMOR A DIOS Y AL PRÓJIMO
P. Alfonso Milagros
P. Alfonso Milagros
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.