domingo, 27 de diciembre de 2015

LA GRANDEZA DE LA FAMILIA

(Lc 2,41-52)


La vida no tiene sentido sin la familia. Todos hemos nacidos en una familia, y quienes no hayan tenido esa suerte, experimentan esa necesidad y sus consecuencias. La familia da sentido a la vida. La familia despierta y motiva nuestros esfuerzos por crecer, aprender y perfeccionarnos. La familia nos compromete y nos exige superarnos cada día.

La familia es fuente y escuela de amor. En ella somos acogidos, servidos y protegidos. El mundo sin la familia va a la deriva, y es el peligro que corremos cuando se está destruyendo a las familias. Porque la familia está formada por el hombre y la mujer, de los que nacen los hijos. Esa es la única y verdadera familia, que los hombres y mujeres quieren destruir con sus egoísmos y pasiones desviadas y desnaturalizadas.

Jesús viene al mundo en una familia. Dios ha escogido a una mujer, María, y a un Padre adoptivo José, para formar la Sagrada Familia que educará, en el Espíritu Santo, a su Hijo Jesús. Y Jesús queda sometido a sus padres progresando en sabiduría, en estatura y en Gracia ante de Dios y ante los hombres.

¿Qué sería de cada uno de nosotros sin familia, sin la ternura de una madre y la protección de un padre? La familia es el lugar donde aprendemos a amar, y también a darnos y recibir amor misericordioso. La familia es la escuela de la vida, y sin familia todo sentido queda vacío y perdido.

Los padres de Jesús no comprendieron lo que les dijo al ser encontrado. Jesús tiene una misión que cumplir, y empieza a dar las primeras señales de lo que ha venido a realizar. María, sin entender nada, guardaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón.

¿Qué nos ocurre a nosotros? No entendemos tampoco, pero buscamos respuestas que no están a nuestro alcancen. Cómo María, debemos ser más confiados y guardar nuestras dudas con esperanza hasta que el Señor decida revelárnosla. Porque esa es la fe que se nos exige.

viernes, 25 de diciembre de 2015

REALMETE, ¿DEJAMOS NACER A JESÚS DENTRO DE NUESTRO CORAZÓN?

(Lc 2,1-14)
FELIZ NAVIDAD


¿Quién nace hoy dentro de m? Quizás esa sea la pregunta de la noche. Mientras cantamos y, posiblemente, nos emborrachamos de comida y alcohol nos entregamos al pesebre del mundo que nos tienta con sus comodidades, abundancias y fiestas. Queremos que nazca el Niño Dios, pero posiblemente no le dejemos nacer como Él ha venido y quiere, sino como nosotros deseamos que nazca.

Supongo que ese fue el problema de su pueblo. Esperaba otra clase de Mesías y salvador. No un Mesías pobre, indefenso, humilde y sin poder. Un Mesías hijo de unos padres desconocidos, humildes y que no pudieron ni brindarle una humilde casa. Una cabaña abandonada fue su primer reducto que le acogió como cuna de su nacimiento. Contradictoriamente, ¿qué famoso se ha hecho ese pobre y humilde cabaña? Hoy es visitada por ingentes multitudes de todo el mundo.

También es nuestro problema. ¿Qué Mesías esperamos nosotros? ¿Un Mesías cómodo, fuerte y poderoso en riquezas e influencias? ¿Un Mesías que impone su ley, que castiga y exige cumplimientos y justicia que no perdona? ¿Un Mesías a mis intereses y caprichos?

Porque dependiendo del Mesías que esperemos, así encauzaremos nuestro camino por la vida. Y, el mundo, parece buscar al primer Mesías descrito. A un Mesías que se adapte a sus costumbres y hábitos; a sus interese y apetencias. Quizás esa sea la razón del rechazo de muchos y de la forma de celebrar su nacimiento.

No se me ocurre otra cosa que pedir, pedir y pedir que la luz nazca en nuestros corazones, y que nos demos cuenta que Navidad no es sólo fiesta, sino el nacimiento de aquel Niño Dios que ha venido a salvarnos por amor. Por eso ha venido revestido de verdadero Amor. 

Un Amor humilde, sencillo, pobre, entregado, dado y revestido de misericordia. Un Amor que no castiga, sino que perdona y acoge a todos aquellos que, humildemente arrepentidos de sus soberbias y egoísmos, se abren a su perdón misericordioso. Amén.

domingo, 20 de diciembre de 2015

ERES BENDITA PORQUE HAS CREÍDO, MARÍA

(Lc 1,39-45)


Aquellos que buscan pruebas, aquí pueden encontrar una más entre las mil y una que hay. Isabel, llena del Espíritu Santo proclama: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

No se puede decir eso, sino a través de la acción del Espíritu Santo. ¿Cómo Isabel iba a saber el anuncio y la concepción del Hijo de Dios en María? Son detalles que, quizás, pasan desapercibido para muchos que no reparan en esa grandiosidad. 

María es bendita porque es cree en el Señor. Y bendito es el fruto que concibe, por la acción del Espíritu Santo, en su vientre. María es bendita porque, llena de humildad, acude apresurada a atender a su prima Isabel sin vanagloriarse que momentos antes había sido elegida para ser la Madre de Dios. María entiende su elección como servicio y entrega a los demás, siendo corredentora en la Redención que su Hijo, Jesús, concebido en su vientres, es enviado por el Padre para rescate y salvación de todos los hombres.

María tiene en el centro de su vida la fe en Dios, y anunciada por el Ángel Gabriel como Madre del Hijo de Dios, se somete voluntariamente a su Voluntad para ser la esclava del Señor y hacer su Voluntad. En María, todos los creyentes tenemos un ejemplo de fe y confianza en el Padre Dios, y de hacer su Voluntad. Con razón, Jesús años más tarde, la pone como la primera en cumplir la Voluntad de su Padre (Mt 12, 46-50).

Pidamos al Padre que nuestra fe aumente y sea firme. Firme hasta el punto que seamos bendecido, por la Gracia de Dios, por depositar toda nuestra confianza y vida en Dios, nuestro Padre.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO





Queridos hermanos y hermanas:

El Año Santo de la Misericordia ha comenzado en toda la Iglesia y se celebra en cada diócesis, como un signo visible del amor misericordioso del Padre y de la comunión universal. La Iglesia, que es “una”, vive la comunión con Dios mismo. 

Este misterio de comunión hace crecer y madurar en nuestro corazón el amor de Dios, que se manifiesta en la misericordia y el perdón. Amar y perdonar son el signo concreto y visible de que la fe ha cambiado nuestros corazones. Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en muchos otros signos que son característicos del Jubileo, como el atravesar la Puerta Santa. 

La Puerta simboliza al mismo Jesús. Cuando pasamos por ella manifestamos nuestra confianza en él y el deseo de una verdadera conversión. Jesús nos anima a salir al encuentro de los demás para llevarles su amor. La confesión es un signo también importante del Jubileo. Acercarse al Sacramento

domingo, 13 de diciembre de 2015

ESA ES LA PREGUNTA.¿QUÉ HACEMOS?

Lucas 3, 10-18


Todos hemos hecho esta pregunta muchas veces. De pequeño a nuestros padres, y de mayores nos hemos encontrados en muchas situaciones comprometidas que no sabemos dar respuestas. Nuestro mundo espera soluciones, porque tiene muchos problemas planteados.

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: - «¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: - «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: - «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: - «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: - «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»

No cabe ninguna duda que siguiendo estos mandatos el mundo andaría mejor. A nadie se nos esconde que procediendo de esta forma, el hambre y la sed de muchos pueblos serían mitigadas. No haría falta reformas laborales, ni tampoco abusos. Todos serían más justo y no habría por qué protestar. Pero la pregunta sigue en el airé: ¿Por qué no se hace esto?

La gente empezaba a pensar que Juan podría ser el Mesías esperado, pero él nos sacó de dudas: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»

Juan hablaba de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, que pondrá todas las cosas en su sitio, y establecerá su Reino en este mundo desorientado y perdido, que busca, pero en sitio equivocado. Un Reino de justicia, de paz y de amor. Eso que los hombres quieren, pero no saben cómo.

jueves, 10 de diciembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Ayer abrí aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. ¿Qué significa este Año Santo? Celebrar un Jubileo de la Misericordia significa poner en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo. Él es la Misericordia hecha carne, que hace visible para nosotros el gran Amor de Dios. 

Se trata pues de una ocasión única para experimentar en nuestra vida el perdón de Dios, su presencia y su cercanía, especialmente en los momentos de mayor necesidad. Además, significa aprender que el perdón y la misericordia es lo que más desea Dios, y lo que más necesita el mundo, sobre todo en un momento como el actual en el que se perdona tan poco, en la sociedad, en las

martes, 8 de diciembre de 2015

EL EJEMPLO DE MARÍA

(Lc 1,26-38)


Hoy celebramos la Inmaculada Concepción, y eso debería servirnos para tomar referencia de la Madre de Dios. Porque una madre siempre es una referencia de amor, y María, aparte de ser madre, es la Madre de Dios, y eso es la mayor dignidad que una madre pueda tener.

Pero, en lo que debemos fijarnos es en el por qué María es elegida para ser la Madre de Dios. María, una joven sencilla, humilde y con un proyecto de vida humana. Como todos debemos tener. Una persona sin proyecto, es una persona a la deriva. Saber el rumbo de nuestra vida es la primera de las características que debemos apreciar de María. 

María va a formar una familia con José. Están desposados según las costumbres judías, y esperan su hora y momento. Es cuando, repentinamente, irrumpe Dios en su vida, y por medio del Ángel Gabriel anuncia a María el Proyecto de Dios. Nos preguntamos: ¿No tendrá Dios también para nosotros un proyecto? ¿Estamos atento a escuchar su anuncio?

Sabemos por el Evangelio y por la Iglesia que nos lo transmite la respuesta que dio María a esa invitación de Dios a participar en su Proyecto. Nada más y nada menos que ser la Madre de su Hijo Jesús. A lo que María accede sorprendida y abandonada a la Voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

¿Es esa nuestra respuesta? ¿Estamos dispuesto y disponibles a responder "sí, hágase tu Voluntad? No tengamos miedo, y confiemos en la Gracia de nuestro Señor y en la acción del Espíritu Santo. Posiblemente, el Señor no querrá de nosotros tan alta misión como le fue encomendado a María, la llena de Gracia. Pero tendremos la misión de vivir el amor como verdaderos hijos de Dios, tratando de esforzarnos en hacer su Voluntad con la ayuda del Espíritu Santo, quien nos alumbrará nuestro camino a seguir.

domingo, 6 de diciembre de 2015

EN EL AÑO QUINCE DEL IMPERIO DE TIBERIO CESAR

(Lc 3,1-6)

Juan el Bautista es llevado por la Palabra de Dios al desierto. Él va a ser el instrumento del que Dios se sirva para proclamar un Bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Y esto no sucede de forma imprecisa o en aquellos tiempos, sino que se produce en una fecha concreta de la historia de la humanidad: "Año quince del Imperio de Tiberio Cesar".

Era en ese momento Poncio Piltato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea. Son fechas precisas que fijan el momento de la proclamación de la Palabra de Dios, y la aparición en la vida publica de Jesús. Juan, el precursor, prepara el terreno invitando a la conversión con un Bautismo de agua. 

Un signo que prepara un corazón contrito: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios».

Es lo que hoy llamamos el adviento, la preparación para la venida del Señor. La Palabra del Señor nos llama a prepararnos, a llenar los barrancos de mi vida con su Gracia; a rebajar la soberbia y mi orgullo suficiente y revestirlo de humildad y sencillez; purificar lo tortuoso de mi vida, descubriéndola sin dobleces y en verdad, y allanándola en sintonía con la Palabra de Dios.

La salvación se hace presente en nuestras vidas, pero para que florezca en nuestros corazones necesita nuestra colaboración. La Gracia del Señor está asegurada por su Misericordia y Amor, pero espera nuestra respuesta, tal es, la de abrirnos a su Gracia y dejar que cultive nuestro corazón dando verdaderos frutos de amor.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

AUDIENCIA GENERAL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero hablarles de mi visita apostólica a Kenia, Uganda y la República Centroafricana, donde he tenido la alegría de llevar la palabra de esperanza de Jesús resucitado.

En Kenia, un País que representa bien el reto global de nuestra época, los animé a cuidar sus riquezas naturales y espirituales, constituidas por los recursos de la tierra, de las nuevas generaciones y de los valores que forman la sabiduría de los pueblos, para que sea justo, inclusivo y sostenible.

En Uganda, bajo la memoria de sus mártires, he constatado el