sábado, 29 de abril de 2017

María mírame...



María mírame, María mírame
si tu me miras Él también me mirará.
Madre mía mírame, de la mano llévame,
muy cerca de Él, ahí me quiero quedar.

María, cúbreme con tu manto
que tengo miedo no se rezar,
que con tus ojos misericordiosos
Tendré la fuerza tendré la paz

María mírame, María mírame
si tu me miras Él también me mirará.
Madre mía mírame, de la mano llévame
Muy cerca de Él, ahí me quiero quedar.

Madre, consuelame de mis penas
Es que no quiero, ofenderte más
Que por tus ojos misericordiosos
Quiero ir al cielo y verlos ya.

María mírame, María mírame
si tu me miras Él también me mirará
Madre mía mírame, de la mano llévame
Muy cerca de Él,  ahí me quiero quedar

En tus brazos, quiero...
 Descansar.

Camina sobre el agua...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San  Juan 6, 16-21



Juan 6, 16-21

Al atardecer, los discípulos de Jesús bajaron a la orilla del mar, y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaúm.

Había ya oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde ellos; soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse.

Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.

Pero Él les dijo: «Soy yo. No temán». Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.

Palabra del Señor

Reflexión P. J. Garcia
No debemos leer este texto al pie de la letra, porque esta escrito en lenguaje simbólico. En Israel al atardecer comienza un nuevo día. La gente que comió hasta hartarse quiso hacerlo Rey y Jesús se retiro a orar. Los discípulos están entusiasmados con Jesús coronado como Rey se acaban los problemas económicos, es la tentación del poder. Se embargan solos alejándose del proyecto del servicio de Jesús, están  a oscuras. La barca símbolo de la comunidad es sacudida por unas borrascas que representan las contradicciones internas que están viviendo entre  el proyecto de Jesús y sus propios proyectos, esas son las contradicciones, por eso no reconocen a Jesús. 

Caminar sobre el agua es símbolo del triunfo Pascual, los discípulos partidarios del poder quieren que Jesús suba a la barca, quieren sumarlo  a su proyecto pero Jesús no acepta. Solo el servicio humilde puede hacer que acontezca el reinado de Dios. YO SOY es el nombre de Yahvé en el antiguo testamento, Jesús  se identifica con Dios y en Jesús todo ser humano es reconocido como hijo de Dios.

jueves, 27 de abril de 2017

INVITACIÓN



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Somos de lo alto...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan: 3, 31-36





El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. 

El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio.

El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él. 

Palabra del Señor

Reflexión Monseñor Fabio Martínez
¿De donde somos nosotros, de la tierra o de lo alto? Jesús viene de lo alto y esta por encima de todos y el que cree en Él, tiene la Vida eterna, seamos dichosos creyendo siempre en Jesús. El que cree en Jesús es testigo de lo que a visto y oído. Nosotros somos de lo  alto, desde nuestro bautismo no pertenecemos a la tierra y estamos llamados a vivir eternamente, y por esto nosotros tenemos que hablar también de las cosas del cielo con valentía y alegría, de las cosas de Dios. Por esto los apóstoles siempre van a decir, hay que obedecer primero a Dios y luego a los hombres porque es obedeciendo a Dios que se hacen bien las cosas de los hombres, esto de obedecer primero a Dios de buscar en todo su voluntad no es fácil, y solo es posible por la fuerza del espíritu y cuando nos dejamos conducir por el espíritu y por la exigencia en el ejercicio de preferir siempre a Dios, siempre a Jesús sobre todas las cosas, buscando en todo la voluntad del Padre, lo que Dios quiere de Nosotros. Es muy necesaria esa experiencia   del encuentro con Jesús resucitado, con Jesús Vivo, ese Dios que es el compañero del camino de nuestra vida. 
Obedecer primero a Dios nos traerá ciertamente dificultades pero es el único camino seguro. 
Haz la prueba y veras que  bueno es el Señor. 
Hagamos la prueba de obedecer primero a Dios de hacer su voluntad y todo será mejor en nuestra vida.

miércoles, 26 de abril de 2017

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

Precisamente, nuestro Dios se diferencia de todos los demás en eso que hoy nuestro Papa Francisco nos dice y nos recuerda. Es un Dios que no nos deja solos, sino que nos acompaña y se pone el primero en el camino. Él, precisamente, es el Camino -Jn 14, 6-. Nos alumbra el camino y nos toma de la mano para que vayamos con Él.

Nuestra vida es un camino, nos dice el Papa, pero un camino lleno de dificultades y peligros, y que recorrerlo solo desde nuestra limitada y herida condición humana es una temeridad y fracaso seguro. Es de sentido común que nuestro Dios no nos deje solo y se preocupe por nosotros, y nos acompañe, y nos asista. Pues sabe quiénes somos y lo que somos: débiles criaturas tocadas por el pecado.

Gracias santo Padre por sus alentadoras y tonificantes palabras que nos fortalecen en el Espíritu Santo y renuevan nuestra esperanza, apoyada en la promesa de nuestro Padre Dios, en y por los méritos de nuestro Señor Jesús.




PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 26 de abril de 2017




Queridos hermanos y hermanas:

Las palabras del Evangelio de san Mateo que acabamos de escuchar nos aseguran que nuestro Dios es un Dios cercano, que camina a nuestro lado. No es un Dios lejano e indiferente, sino lleno de amor y de ternura por cada hombre y mujer. A diferencia de nosotros, hábiles en arruinar vínculos y derribar puentes, Dios permanece fiel, nunca nos deja solos, sino que camina siempre a nuestro lado, aun cuando nos olvidáramos de él.

La existencia de todo ser humano es un camino, una peregrinación. La Sagrada Escritura está llena de historias de peregrinos y viajeros, como la de Abrahán que, siguiendo la voz del Señor, abandonó su tierra para ir al encuentro de Dios. En el camino de la vida nadie está solo, y para nosotros los cristianos, esta certeza es aún más fuerte, pues las palabras de Jesús: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo», nos aseguran que él nos cuida y nos acompaña siempre.

Entre los símbolos cristianos de la esperanza está el ancla, que evidencia cómo la esperanza cristiana no es un sentimiento indefinido que quisiera mejorar el mundo con la propia fuerza de voluntad, sino la seguridad en lo que Dios nos ha prometido y realizado en Jesús.


Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que en este tiempo pascual la contemplación de Jesús resucitado, que ha vencido a la muerte y vive para siempre, nos ayude a sentirnos acompañados por su amor y por su presencia vivificante, aún en los momentos más difíciles de nuestra vida. Que Dios los bendiga.

viernes, 21 de abril de 2017

Jesús se aparece a siete de sus discípulos...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan 21,1-14




Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.

Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.

Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".

El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.

El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.

Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.

Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.

Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".

Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.

Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.

Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Palabra del Señor

Meditación P. J. García
¡Que emocionante! Las apariciones de Jesús después de que resucita. Los discípulos están deprimidos; muerto Jesús vuelven al antiguo oficio de pescadores. Dolor, frustración, desencanto  y para colmo no pescan nada.
¡Cuantas veces en la vida sentimos que lo trabajado se termina y tanto esfuerzo no valió la pena! Pero desde que Jesús resucito; siempre hay un amanecer para cada noche. Al amanecer  alguien cuya figura no se distingue muy bien pregunta: si tienen algo para desayunar. No tienen.
Jesús les dice tiren la red y encontrarán y a la orden de Jesús la pesca  fue tan abundante que las redes rompían. 
El discípulo amado ese personaje un tanto misterioso que se ha identificado con Juan pero que en realidad es un discípulo ideal o el ideal de un discípulo lo reconoce. ¡Es el Señor! Es verdad que lo esencial es invisible a los ojos y solo se ve bien con el corazón. Es el amor el que abre los ojos para reconocer a Jesús, la presencia del Señor devuelve la confianza  y la alegría y una vez más Jesús realiza el gesto de compartir el pan.
¿Tu ya te decidiste a compartir el Pan con los demás? Ese es uno de los signos de que Jesús esta Vivo.

miércoles, 19 de abril de 2017

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

Sin la Resurrección, nos dice el Papa Francisco, Xto. Jesús sería sólo un buen ejemplo y una buena persona. Pero nada más. Su ejemplo quedaría en la historia como testimonio a imitar y a resaltar, pero nada más. Su buena conducta ejemplar no sería suficiente, continúa diciendo el Papa, para apoyar nuestra fe y nuestra esperanza.

Todo cambia con la Resurrección, porque con ella Xto. Jesús nos revela el Poder del Padre sobre la muerte y la exaltación de su Gloria con la Resurrección de su Hijo, nuestro Señor Jesús. Una Resurrección que se revela y se demuestra en los encuentros del Resucitado con Cefas, con los doce, luego con más de quinientas personas, con Santiago y por último, dice San Pablo, a mí mismo.

También, hoy, el Señor quiere presentase ante ti, pero antes quiere descubrir que tú le esperas, que tú le buscas y que crees en Él. Porque quiere ofrecerte su Amor y su salvación venciendo al pecado y a la muerte. Y eso significa que resucitaremos como, por y en Él.

Ver aquí texto audiencia completa




PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles 19 de abril de 2017


Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos hoy, en el contexto de la Pascua, que hemos celebrado y seguimos celebrándola en la liturgia. Cristo resucitado es nuestra esperanza. El cristianismo es un camino de fe que nace de un evento, testimoniado por los discípulos de Jesús. Como nos dice San Pablo: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado, resucitó al tercer día y se apareció a Pedro y a los Doce. Si todo hubiera terminado con la muerte de Jesús, sólo tendríamos en él un ejemplo de entrega y generosidad, pero no sería suficiente para generar nuestra fe, porque la fe nace en la mañana de Pascua.

San Pablo, al relatarnos la experiencia de las personas que han entrado en contacto con el Resucitado, hace referencia primero a Cefas, luego a los Doce, después a más de quinientas personas, a Santiago y por último se cita a sí mismo. Jesús quiso salir al encuentro de Pablo, perseguidor de la Iglesia, cuando iba camino de Damasco, y para el Apóstol ese fue un acontecimiento que cambió su vida.

También el Señor quiere hacerse presente en nuestras vidas para conquistarnos y no abandonarnos jamás. Ser cristianos significa reconocer y abrazar el amor que Dios tiene por nosotros, que vence el pecado y la muerte.


Saludos:


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los invito a llevar a todos el gozo de la resurrección del Señor. Que podamos comunicar con nuestra vida que él está aquí y vive en medio de nosotros. Muchas gracias.

martes, 18 de abril de 2017

¿Por qué lloras?...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan 20,11-18.



María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.

Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".

Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".

Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.


Palabra del Señor

lunes, 17 de abril de 2017

Alégrate, No temas...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 28,8-15.



Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.

De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.

Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".

Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.

Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.

Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".


Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy. 

Palabra del Señor

domingo, 16 de abril de 2017

Domingo de Resurrección...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan 20,1-9




El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.

Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.


Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 

Palabra del Señor


Lo primero que hicieron los discípulos cuando salieron de su escondite, fue anunciar la Resurrección, no comenzaron hablando ni de la vida eterna, ni de los sacramentos ni de la Iglesia. El día de Pentecostés San Pedro dijo sin rodeos: “Israelitas, escuchen mis palabras: Dios acreditó entre ustedes a Jesús de Nazaret, hizo que realizará entre ustedes milagros, prodigios y señales que ya conocen. Ustedes sin embargo, lo entregaron a los paganos  para ser crucificado y morir en la cruz, y con esto se cumplió el plan que Dios tenía dispuesto. Pero Dios lo libró de las ataduras de la muerte y lo resucitó, pues no era posible que quedase bajo el poder de la muerte. (Hechos 2, 22-24).

Podemos decir que con la Resurrección comenzó la religión Cristiana. La  Resurrección  de Jesús es la fuerza que echó a andar todo; es como el momento en que la semilla se rompe y comienza  a aparecer la planta, sin esa explosión de la semilla no hay árbol, ni flores, ni frutos. Los cristianos al proclamar nuestra fe decimos: Creo en Jesucristo que padeció, murió y al tercer día “resucito”.  En el cristianismo nada tendría explicación sin la Resurrección, todo habría muerto con la Muerte de Jesús.

Por la Resurrección de Cristo, “Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer”. (Mateo 16, 18).

Creer en la Resurrección es creer que Cristo vive, que Cristo tiene, actualmente y para siempre, una vida humana real aunque distinta a la nuestra.

Creer en la resurrección es creer en el hecho mismo y que los Apóstoles lo captaron como un acontecimiento plenamente real: “Es verdad; el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lucas 24, 34)

San Pablo dice expresamente: “Se apareció a Pedro y luego  a las Doce; después se dejó ver  por más de quinientos hermanos juntos, algunos de los cuales ya han entrado en el descanso, pero la mayoría vive todavía. Después se le apareció a Santiago, y seguidamente a todos los apóstoles. Y  se me apareció también a mí, iba a decir al aborto, el último de todos”. (1 Corintios 15, 5-8)
Creer en la resurrección de Jesús, es creer que Cristo Jesús después de haber muerto, ha vuelto a una vida realmente humana, pero al mismo tiempo gloriosa, es decir, diversa de la que llevamos actualmente en esta tierra.

Creer en la resurrección de Jesús, es creer que Jesús no es ahora un Ángel, ni un mero espíritu liberado del cuerpo, sino que es un verdadero ser humano vivo para siempre, aunque liberado de las limitaciones que tenemos nosotros en el tiempo presente.

Los Evangelistas nos hacen ver que Jesús Resucitado es un ser humano vivo  al presentarlo con características naturales, biológicas y físicas, llevando a cabo acciones que los muertos no pueden realizar sino sólo los vivos, por ejemplo: “camina, habla, se deja tocar, pide de comer y come, se deja ver, muestra sus heridas” (Lucas 24, 13; 24, 36, 39, 41, 42)

Luego le dijo a Tomas: “Pon  aquí tu dedo y mira mis manos; extiende  tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree. (Juan 20, 27).

Creer en la Resurrección de Cristo es creer que Jesús de Nazaret, el Hijo de María, el Maestro de Galilea, el mismo que los Apóstoles habían tratado, el que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato y no otro, es el que está ahora vivo y glorioso después que había muerto y lo habían enterrado.
La Resurrección es la clave para interpretar todo lo que dijo e hizo Jesús, de tal manera que quien no ve toda la vida de Jesús a la luz de su Resurrección, no la puede comprender en su sentido exacto y en toda su plenitud.

Jesús mismo les dijo a sus Apóstoles: “Aún tengo muchas cosas tengo que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora” (Juan 16, 12) y afirmaba que  “Cuando venga él,  el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. Él no viene con un mensaje propio, sino que les dará lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir” (Juan 16, 13), es decir hasta después de su Resurrección. Con la Resurrección el cristiano tiene la clave para comprender las enseñanzas y promesas de Cristo.

sábado, 15 de abril de 2017

PROCESIÓN SANTO ENTIERRO DE ARRECIFE

























PROCESIÓN DE LA SOLEDAD



Sabado Santo...


Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece en ayuno y oración, junto al sepulcro del Señor, meditando en su pasión y muerte, así como en su descenso al lugar de los muertos, y esperando su resurrección. Manteniendo el altar enteramente desnudo, la Iglesia se abstiene de celebrar el sacrificio de la Misa hasta que, después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la resurrección, se desborda la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días subsiguientes. Este día la Sagrada Comunión puede administrarse sólo como viático.

"Jesús yace en su tumba y los apóstoles creen que todo se acabó. Todo el día sábado su cuerpo descansa en el sepulcro. Pero su madre, María, se acuerda de lo que dijo su hijo. “Al tercer día resucitaré”. Los Apóstoles van llegando a su lado, y Ella les consuela.

“El Sábado Santo es un día de luto inmenso de silencio y de espera vigilante de la Resurrección. La Iglesia en particular recuerda el dolor, la valentía, y la esperanza de la Virgen María”. Ella representa la angustia de una Madre que tiene entre sus brazos a su Hijo muerto, pero no se puede olvidar en este momento ella es la única que conserva en su corazón las palabras del anciano Simeón, que si bien el profetizó que Cristo sería  signo de contradicción y una espada le traspasaría el alma, también indicó que Jesús sería signo de resurrección. Lo que los discípulos habían olvidado María lo conservaba en el corazón: La profecía de la resurrección al tercer día. Y María esperó hasta el tercer día.

Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor. “se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande” (Job 2, 13)

Cristo esta en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su  Madre María, está la Iglesia, la esposa. callada como él.

El sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del viernes y la resurrección del domingo nos detenemos en el sepulcro. 

Son tres aspectos de este día, El misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado. 

“Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese  el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero.

viernes, 14 de abril de 2017

Viernes Santo...

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo  según San Juan 18, 1-40. 19, 1-42


Arresto de Jesús
Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos.Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia.
Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?".
Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos.
Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra.
Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno".
Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejEn que estos se vayan".
Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste".
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco.
Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?".
El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron.
Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año.
Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo".

Jesús ante Anás - Negaciones de Pedro
Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice,
mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro.
La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy".
Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego.
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza.
Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto.
¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho".
Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?".
Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?".
Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy".
Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?".
Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.

Jesús ante Pilato
Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua.
Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron:
"Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado".
Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie".
Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?".
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?".

Condena a muerte
 Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.
Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?".
Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido.
Pilato mandó entonces azotar a Jesús.
Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo,
y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban.
Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena".
Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!".
Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo".
Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios".
Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía.
Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada.
Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?".
Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave".
Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César".
Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata".
Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey".
Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César".
Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.

Crucifixión y muerte de Jesús
Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota".
Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego.
Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'.
Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está".
Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,
se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.
Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.
Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.

Sepultura de Jesús
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.
Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos.
Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.
En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado.

Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor

Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. Es  el día en que nuestro Padre Dios nos dio la prueba mayor de su amor al entregarnos a su Hijo y permitir que los seres humanos hiciéramos lo que quisiéramos con Él;  no lo defendió con su propio poder, sino que, “no abrió la boca”, según dice el profeta, “como un cordero llevado a degollar o como una oveja ante el esquilador” (Isaías 53, 7).  
La pasión dolorosa del Señor Jesús es el culmen de la revelación del amor de Dios por cada uno de nosotros. Nosotros no podemos quedarnos indiferentes ante semejante suceso. Él dio su vida por nosotros, y vaya que los sucesos no fueron agradables. Sin embargo, Jesús lo hizo por amor, por amor al Padre y a nosotros, lo hizo para que se cumpliera la voluntad de Dios Padre, lo hizo para que se abrieran las puertas del cielo y para concedernos la vida eterna. Una trágica muerte era necesaria para que nosotros pudiéramos disfrutar de semejante Gloria.

¡Gracias Señor Jesús por dar la vida por tus amigos! ¡Gracias Padre por amarnos con tan grande amor! Ilumíname Señor para que yo pueda ser un instrumento de este amor, para que pueda transmitirte a los demás y que todos lleguen a conocerte.