domingo, 31 de marzo de 2013

DE DOMINGO A DOMINGO



Mantener la Luz del Espíritu siempre ardiente es mantenerla siempre encendida. Y ese es el objetivo de nuestro caminar. La llama de saber y creer que Jesús no está en el sepulcro. ¡Ha Resucitado! Ese es el fuego que mantendrá toda la leña de nuestra vida siempre ardiendo, porque su llamada es a arder siempre.

Estamos llamados a la Vida Eterna, y eso es lo que nuestro corazón arde en deseos. No dejemos, pues, que nuestra vida se apague. Para ello, tengámosla siempre prendida al corazón de Xto. Jesús. Y ya sabemos cómo hacerlo y de qué manera: agarrados a la oración; en Manos del Espíritu Santo, y entregados al servicio por amor.

No nos desanimemos, pues sabemos que es misión ardua y difícil, pero nunca imposible en Manos del Espíritu Santo, que, por amor, nos fortalece, nos dirige, nos ilumina, nos da la sabiduría y voluntad para, injertados en Xto. Jesús nunca desfallecer ni perdernos.

EN EL CAMINO CUARESMAL

DOMINGO DE RESURRECCIÓN
31 de marzo 2013

Hech 10, 34a. 37-43  Sal 117
Col 3, 1-4
Jn 20, 1-9


"Verdaderamente 
Jesucristo 
ha resucitado"  

Señor Resucitado,
has ido limando y purificando
nuestro corazón de piedra,
para vaciarlo de todo lo que
nos impide amarte y seguirte,
y lo has transformado
en tu morada.

De lo profundo
de nuestros sepulcros
nos has devuelto la vida,
Vida nueva en comunión con Dios.

Haz que seamos capaces
de anunciar
la Fe y la Alegría
de tu Resurrección
a todo el mundo como brisa suave
de Nueva Evangelización.

Homilía del Papa Francisco en la misa «in cœna Domini», celebrada en el correccional de Casal del Marmo (Roma) (28-3-2013)



Esto es conmovedor: Jesús que lava los pies a sus discípulos. Pedro no entendía nada, se negaba. Pero Jesús le explicó. ¡Jesús –Dios– hizo esto! Y él mismo explica a los discípulos: «Comprendéis lo que he hecho por vosotros?. Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn 13, 12-15). Es el ejemplo del Señor: él es el más importante y lava los pies, porque, entre nosotros, el que está más alto debe estar al servicio de los demás.
Y esto es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies significa: «Yo estoy a tu servicio». Y nosotros también, entre nosotros, no es que tengamos que lavarnos los pies todos los días uno a otro, pero ¿qué significa esto? Que debemos ayudarnos uno a otro. A veces me he enfadado con uno, con otra… pero… olvídate, olvídate, y si te pide un favor, házselo. Ayudarnos uno a otro: esto nos enseña Jesús y esto es lo que hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber. Como cura y como obispo tengo que estar a vuestro servicio.
Pero es un deber que me surge del corazón: me gusta. Me gusta esto y me gusta hacerlo porque el Señor me lo ha enseñado así. Pero vosotros también, ayudadnos: ayudadnos siempre. Uno a otro. Y así. ayudándonos, nos haremos el bien. Ahora haremos esta ceremonia de lavarnos los pies, y pensemos, que cada uno de nosotros piense: «¿De verdad estoy dispuesta, estoy dispuesto, a servir, a ayudar al otro?». Pensemos en esto, tan solo. Y pensemos que este signo es una caricia de Jesús, una caricia que da Jesús, porque Jesús vino precisamente para esto: para servir, para ayudarnos.

BEATA JUANA DE TOULOUSE


Beata Juana de Toulouse

A principios de 1240, los Hermanos Carmelitas de Palestina se establecieron en Toulouse. Juana les suplicó que le admitieran en la orden y el prior Juan se lo permitió, la cubrió con el hábito carmelita y le permitió hacer el voto de castidad perpetua. Fue venerada como la fundadora de las Terciarias y ayudaba a pobres y enfermos.

La Beata Juana fue supultada en la Iglesia de los Carmelitas de Toulouse y a su tumba acudían aquellos que buscaban su intercesión.

31 de marzo de 2013. Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.
Oración de la mañana (laudes)

Oraciones del día descargables en PDF aquí.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén