domingo, 22 de marzo de 2015

¡SEÑOR, QUIERO CONOCERTE!

(Jn 12,20-33)


Ese es el deseo de muchos hombres y mujeres. Yo diría de todos, porque conocer a un Hombre como Jesús del que se ha hablado, y se habla, mucho, y del que se dice que ha hecho muchos milagros y mucho bien, siempre interesa y despierta curiosidad.

Sí, creo que todos queremos conocerlo, pero ocurre que no queremos comprometernos con su Palabra y enseñanzas. Posiblemente no nos guste mucho lo que dice, o, gustándonos, no tengamos fuerzas para cambiar. Experimentamos que nuestra naturaleza caída nos supera y nos somete. Nos sentimos esclavos de nuestras propias pasiones y egoísmo, y nos resulta imposible seguir las enseñanzas del Señor.

No le entendemos y queriendo buscar la vida, la perdemos buscándola en este mundo. La vida, la verdadera vida necesita la muerte. Dicho de otro modo, para encontrar la vida hay que morir, porque sólo muriendo daremos los frutos que precisamente dan la vida. 

Siguiendo a Jesús, y viviendo en su Palabra, daremos nuestra vida aquí en la tierra para, de esos frutos, alcanzar la verdadera Vida del Cielo, eterna y plena de gozo y felicidad. La muerte no tiene la última palabra. Simplemente es el paso para encontrar la vida. Esa Vida que Jesús nos promete y que nos enseña el camino para conseguirla.

Señor, quiero conocerte para, lleno de tu Gracia, encontrar la fortaleza y la sabiduría de vencer mis apetencias y pecados, que por tu Perdón y Misericordia, me alumbrarán el camino de la verdadera y eterna Vida. Amén.