domingo, 3 de mayo de 2015

¡QUÉ FORMA DE HABLAR TAN CLARA!

(Jn 15,1-8)


No sé lo que me ocurre, pero me quedo maravillado por la claridad de las Palabras de Jesús. No puedo ni terminar el pasaje evangélico, porque tan solo con sus primera Palabras me quedo asombrado y surge en mí estos deseos irrefrenables de expresar lo que siento.

He leído este pasaje muchas veces, y nunca, igual que el de ayer, he experimentado, al menos no lo he advertido, esta sensación de claridad, de seguridad y de grandiosa revelación que nos hace el Señor. Sin lugar a duda que Él es la Vid. Lo hemos repetido muchas veces a lo largo del año. Sin el Señor no somos ni podemos hacer nada. Y, ¡claro también!, que su Padre es el Viñador. Todo sarmiento que no da fruto en el Señor, es cortado, más el que da fruto se limpia para que dé más frutos.

Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.

Son Palabras del Señor. Palabras tan claras que no dan lugar a ninguna duda. Y no son Palabras que dijo ayer, sino que son Palabras que se actualizan y las dice hoy. A ti y a mí, y a todos los que quieran escuchar. Escucha: Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

No se puede hablar más claro. Está dicho todo, y los que creemos en Él seguimos adelante contra viento y marea, porque Jesús es el Señor, la Vida Verdadera en la que, injertados podemos dar frutos. Porque esa es la Gloria del Padre, que demos muchos frutos y seamos discípulos de su Hijo Jesús.

Tú, Señor, eres el Camino, la Verdad y la Vida; Tú, Señor, eres la Fuente inagotable de Vida y Felicidad Eterna; Tú, Señor, eres la Vid Verdadera en la que, injertados, podemos dar frutos tal y como tu Padre espera de los que te seguimos.

Y esa es nuestra esperanza, que a pesar de nuestra condición humana, débil y pecadora, en Ti, Señor, podamos ser