domingo, 29 de mayo de 2016

ALIMENTO DEL CUERPO Y ALMA

(Lc 9,11b-17)

Todos acudían al Señor y eran curados los que realmente tenían necesidad de ser curados. Y eso nos puede hacer pensar que la curación es necesaria para aquel que la necesita, no para el que se siente sin necesidad de ser curado. Porque acudirán sólo los que necesitan ser curados, y también los que tienen hambre.

El Señor se preocupa integramente de todo lo que necesita el hombre. No sólo el alimento corporal sino también el alimento espiritual. En esta ocasión descubre la necesidad que tienen de alimentarse y les procura el alimento corporal. Nos enseña que también nosotros tenemos que hacerlo, pero recordamos el matiz con el que empezábamos al principio: En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados.

Hoy, la Iglesia, continúa esa labor en todos sus miembros y agrupados en torno a Cáritas y muchos grupos que tratan de atender a aquellos que están necesitados. Pero nos preocupa una cosa, que quizás buscamos el auxilio del Señor en la Iglesia, el auxilio material, y olvidamos el alimento espiritual de su Cuerpo y su Sangre contenido bajo las especie de pan y vino en la Sagrada forma.

Posiblemente, el Señor, quiso darnos a entender que su Padre Dios se preocupa, no sólo por lo espiritual, sino también por lo material. El mundo, creado y regalo de Dios Padre, ha sido puesto en manos de los hombres para que sea bien administrado en función del bien del hombre. Y, cuando hay muchos necesitados y carente de medios, otros, aquellos que les sobra y tienen, deben compartirlo.

Pero no todo consiste en alimentos. El hombre de hoy está necesitado de paz. De paz y sentido común que haga un mundo más humano, más fraterno, más solidario y compartido. Un mundo que acoja y dé lo que necesita a todos aquellos refugiados que huyen de sus países enfermos por el odio, la venganza y soberbia que los enfrenta y dan lugar a las guerras.

Aparte de hacer todo lo que está en nuestras manos, también recemos para que todos aquellos que lo necesitan encuentre un lugar de convivencia, de fraternidad y de paz, que sólo junto a Jesús, como ocurrió en aquella ocasión: 
Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente,  podemos encontrar.