domingo, 23 de noviembre de 2014

LA ESPERANZA DEL CREYENTE, EMOCIONANTE

(Mt 25,31-46)

Sólo el vivir con esa esperanza colma todos los afanes y desvelos de los creyentes en Xto. Jesús. Hoy lo proclamamos Señor y Rey de nuestras vidas, porque Él es el Centro, es Modelo, es Pastor que cuida su rebaño y conoce, una por una, a todas sus ovejas.

No entiendo, y, por la Gracia de Dios, cada vez más, como se puede vivir sin esperanza. O dicho de otra forma, con la esperanza caduca y mundana de que todo acaba aquí. ¿Qué sería de mí que ya tengo mis años? ¿Cómo puedo afrontar esos últimos años de mi vida? Y la única explicación que le doy es que, los que así piensan y rechazan al Señor, o no se esfuerzan en vivirlo seriamente, están ciegos, sometidos por el diablo y los apegos de sus propios pecados.

El hombre está hecho para la vida, pero no una vida temporal, sino para la vida eterna. Cierto es que antes hay que caminar por este, llamémosle  desierto, porque para todos, unos más y otros menos, es un camino de obstáculos y sacrificios, pero un camino recorrido, para el que cree en Jesús, con esperanza y alegría. Y el elixir salvador es el Amor. Por Amor hemos sido salvados y liberados del pecado, y por Amor se nos ha regalado la Vida y la Resurrección. Tomemos, pues, el elixir del amor y vivamos eternamente.

Y vivir en el Amor conlleva lo que el Señor nos dice hoy en el Evangelio: (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos...

Es alentador, emocionante y esperanzador, porque no tengamos miedo, pues no vamos solos. Nos acompaña el Espíritu de Dios que nos iluminará, nos dará fuerza, gozo y voluntad para vivir ese amor al que Señor nos invita como primicia de salvación.