domingo, 16 de agosto de 2015

HAMBRE Y SED

(Jn 6,51-58)


El apetito es necesario y vital para la vida porque sin comer no se puede vivir. Y el apetito no es otra cosa, referido a la comida, que tener hambre de satisfacer las necesidades alimentarias que el cuerpo demanda. Pero ese deseo de hambre se puede perder, y con ello las ganas de alimentarse. Sería terrible perder el apetito porque con ello ponemos en peligro nuestra vida. La inapetencia nos puede llevar a la anorexia, enfermedad que nos lleva a perder peso y a poner en peligro nuestra vida.

«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo». Jesús nos promete el alimento que nos da la Vida Eterna. El mismo se hace alimento y se nos ofrece como salvación.

Pero lo verdaderamente importante es tener hambre, porque nos puede ocurrir que no tengamos apetito, y, por supuesto, hayamos perdido las ganas espirituales de comer el Cuerpo del Señor. Y sin hambre ni ganas nos será difícil buscar y pedir el alimento del Señor. Y también descubrirlo. Es necesario tener hambre y sed para buscar en Jesús el alimento que nos sostenga y nos aliente en el espíritu.

«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.

Descubrir ese apetito del alimento que da la Vida es el verdadero Tesoro de nuestra vida. Alimento que buscamos, pero que nos puede pasar desapercibido encandilados por las luces de este mundo que nos presenta otro tipo de alimentos, que aunque necesarios, no definitivos, porque son caducos y finitos. Necesitamos estar despiertos y atentos a la Palabra del Señor, que nos da la Vida y despierta el apetito que nos alimenta para la Vida Eterna.

Pidamos al Señor esa Gracia y que despierte en nosotros el verdadero apetito de hambre y sed del Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo para que hambrientos y sedientos de su Cuerpo y Sangre no cesemos de buscarle y vivir en Él.