martes, 8 de diciembre de 2015

EL EJEMPLO DE MARÍA

(Lc 1,26-38)


Hoy celebramos la Inmaculada Concepción, y eso debería servirnos para tomar referencia de la Madre de Dios. Porque una madre siempre es una referencia de amor, y María, aparte de ser madre, es la Madre de Dios, y eso es la mayor dignidad que una madre pueda tener.

Pero, en lo que debemos fijarnos es en el por qué María es elegida para ser la Madre de Dios. María, una joven sencilla, humilde y con un proyecto de vida humana. Como todos debemos tener. Una persona sin proyecto, es una persona a la deriva. Saber el rumbo de nuestra vida es la primera de las características que debemos apreciar de María. 

María va a formar una familia con José. Están desposados según las costumbres judías, y esperan su hora y momento. Es cuando, repentinamente, irrumpe Dios en su vida, y por medio del Ángel Gabriel anuncia a María el Proyecto de Dios. Nos preguntamos: ¿No tendrá Dios también para nosotros un proyecto? ¿Estamos atento a escuchar su anuncio?

Sabemos por el Evangelio y por la Iglesia que nos lo transmite la respuesta que dio María a esa invitación de Dios a participar en su Proyecto. Nada más y nada menos que ser la Madre de su Hijo Jesús. A lo que María accede sorprendida y abandonada a la Voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

¿Es esa nuestra respuesta? ¿Estamos dispuesto y disponibles a responder "sí, hágase tu Voluntad? No tengamos miedo, y confiemos en la Gracia de nuestro Señor y en la acción del Espíritu Santo. Posiblemente, el Señor no querrá de nosotros tan alta misión como le fue encomendado a María, la llena de Gracia. Pero tendremos la misión de vivir el amor como verdaderos hijos de Dios, tratando de esforzarnos en hacer su Voluntad con la ayuda del Espíritu Santo, quien nos alumbrará nuestro camino a seguir.

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.