domingo, 4 de enero de 2015

A TODOS LOS QUE LO RECIBEN LES DA PODER PARA HACERSE HIJOS DE DIOS

(Jn 1,1-18)

Es muy importante ser hijo, porque los hijos heredan la herencia del Padre. Es este caso concreto, ser hijo de Dios significa heredar la Vida Eterna y la Gloria del Padre. Es la máxima aspiración del hombre, acepte, acoja, reciba o no al Señor que se hace Hombre y acampa entre nosotros. Esa es la Navidad eterna de cada día: recibir al Niño Dios en mi corazón.

Porque la Palabra de Dios convierte mi corazón y me hace coheredero, con su Hijo, de su Gloria. Ahí reside lo importante y valioso del Bautismo, porque por y en él recibimos la Bendición Trinitaria que nos da la categoría de ser y llamarnos verdaderos hijos de Dios y coherederos con su Hijo, de su Gloria.

Y la Gloria del Padre es la felicidad plena y gozosa y para Siempre. Y eso es lo que buscas tú y busco yo. El gozo del amor que te invade de paz, de sosiego, de serenidad, de gozo y felicidad que no pasa; que no se acaba como este año que ya pasó. El Amor de nuestro Padre Dios es eterno, permanece y siempre está llenándonos de gozo y felicidad.

Abre tu corazón, medita y reflexiona la Palabra bajada de lo alto y experimentarás que todo lo que buscas en esta vida está contenido en Ella. Porque la Vida y la felicidad está en la Palabra de Dios anunciada por el Hijo hecho Hombre. 

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.