domingo, 28 de septiembre de 2014

LA PALABRA MIENTE SI LA VIDA NO RESPONDE


Una vez más, el Evangelio nos descubre que son las obras lo verdaderamente importante, y no las palabras. Porque de nada vale decir que iré si luego no voy. No podrás ocultar tu incumplimiento, y tu palabra quedará en entredicho. Quizás valdría más decir no, o decir sí, y cumplirlo en el caso que corresponda. Las medias tintas son todavía peor porque descubren indiferencia, tibieza y falta de responsabilidad.

 Quizás nuestra situación puede estar acomodada, situada y establecida de tal forma que decimos sí a muchas cosas, pero nos movemos poco respecto a la palabra que hemos dado. O incluso hacemos mutis alegando ciertas razones que existen en nuestra cabeza, pero no en la realidad. Sin embargo, estamos donde haya un cumplimiento o acto que se nos vea o que nos resulte cómodo.

El reto de Jesús debe ponernos en guardia, porque posiblemente aquellos que consideramos más alejados, más pecadores o más incumplidores, que han dicho en primera instancia que no, son los que compadecidos y arrepentidos, luego ponen sus brazos para echar una mano y ser misericordiosos y generosos. Y es que lo dice Jesús, y si Él lo dice y nos lo advierte debemos mirarnos seriamente.

Porque de nada me sirve decir que tengo fe y te sigo, Señor, si luego te veo por la calle o junto a mí en la parroquia, o en mi propia casa y te doy la espalda negándote. Dame fe, Dios mío, para que mi palabra vaya acorde con mi vida en tu seguimiento y mi cumplimiento. Amén.

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.