domingo, 6 de julio de 2014

SEÑOR, ENSÉÑAME EL AMOR DEL PADRE.

(Mt 11,25-30)


Tú lo has dicho Señor: "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Por eso, te ruego me des el conocimiento del Padre para poder conocerlo y amarlo como Tú lo amas.

Y es que en el Amor del Padre descargaré todos mis anhelos, mis fatigas y vanidades que me hacen sufrir y desgastan mi vida. Sólo Tú Señor basta, y cuando tomamos tu Vida por referencia todo lo demás sobra y dejaremos de sufrir por no tenerlo o poseerlo. En la sencillez que nace en la humildad todo se simplifica y todo se acepta y asume con alegría y en paz.

Entonces nuestra carga, aun pesada y dura, se hace soportable, ligera y superable para llevarla en el recorrido de nuestra vida. Porque experimentamos que no son las cosas, los bienes y riquezas lo que nos hacen la vida alegre, sino la esperanza de sabernos amados y poder amar.

Entonces descubrimos el verdadero Tesoro:  dar y darnos en la humildad y sencillez para experimentar ese gozo y felicidad que buscamos. Y descubrir que permanece y nunca muere.

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.