martes, 30 de julio de 2013

ORAR ES PEDIR HACER LA VOLUNTAD DE DIOS



Sin darnos cuenta, la mayoría de las veces oramos mal, es decir, no pedimos bien, y en consecuencia nuestra oración, no es que no sea oída, sino que no es concedida porque no nos conviene. No sabemos que es lo que más nos conviene, y tanto es así que vamos caminando y experimentando según descubrimos que esto es bueno o malo.

Por eso nuestras, ¡y tantas!, equivocaciones que experimentamos a lo largo de nuestra vida. Tantas que, la primera es desoír a la experiencia de nuestros padres y mayores. Si prestáramos atención tendríamos muchos más acierto, pues es evidente que ellos han pasado por esas pruebas antes que nosotros. 

Descubrimos que oír es muy importante, pero más importante aun es escuchar, puesto que lo segundo presupone que cuando se escucha, se tiene en cuenta y aplica lo escuchado. Por lo tanto, la primera y fundamental condición de la oración es oír y luego escuchar. Ambas están contenidas en una sola. Pues oír necesita atención y, sobre todo, silencio. Y escuchar exige vivir y experimentar lo escu
chado, porque si no es así, no se escucha.

Orar es oír y escuchar a Dios, y luego poner en nuestra vida sus Palabras. En otras palabras, orar es hacer la Voluntad del Padre, y eso exige ponerse en Manos del Espíritu Santo para dejarse guiar en el camino de nuestra propia vida. Jesús nos lo ha dicho muy claramente: Padre que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino, y hágase tu Voluntad, aquí en la tierra como en el Cielo...

Luego, orar es buscar el silencio necesario para oír y escuchar la Palabra de Dios, y pedirle todo lo que necesitamos para hacer su Voluntad.

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.