María permanece fiel a Dios a pesar de todas las dificultades. Pronto descubre que aceptar el plan de Dios no supone para su familia un camino de rosas, pero a pesar de ello se sigue fiando del Señor.
Dios te salve, María, sagrada María,
señora de nuestro camino,
llena eres de gracia, llamada entre todas
a ser la Madre de Dios.
El Señor es contigo y tú eres la sierva
dispuesta a cumplir su Misión
y bendita tú eres, dichosa te llaman
a ti, la escogida de Dios
y bendito es el fruto que crece en tu vientre,
el Mesías del pueblo de Dios,
al que tanto esperamos que nazca
y que sea nuestro Rey.
María, he mirado hacia el cielo,
pensando entre nubes tu rostro encontrar,
al fin te encontré en un establo,
entregando la vida a Jesús salvador.
María, he querido sentirte
entre tantos milagros que cuentan de ti,
al fin te encontré en mi camino,
en la misma vereda que yo,
tenías tu cuerpo cansado,
un niño en los brazos
durmiendo en tu paz,
María, mujer que regalas
la vida sin fin.
Tú eres Santa María, eres Nuestra Señora
por que haces tan nuestro al Señor,
eres Madre de Dios, eres mi tierna Madre
y Madre de la humanidad,
te pedimos que ruegues por todos nosotros
heridos por tanto pecar,
desde hoy, hasta el día final
de este peregrinar.
María, he buscado tu imagen serena
vestida entre mantos de luz,
y al fin te encontré dolorosa
llorando de pena a los pies de una cruz.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.