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Santa Juliana, Virgen y Mártir |
Cuando llegó la paz de
Constantino, la matrona Sofronia tomó las reliquias del cuerpo de la mártir
Juliana con la intención de llevarlas consigo a Roma. Por una tempestad, tuvo
que desembarcar en Puzoli donde le edificó un templo que luego destruyeron los
lombardos. Las reliquias se vieron peligrar y prudentemente se trasladaron a
Nápoles donde reposan y se veneran con gran devoción.
En Nicomedia tuvieron lugar los
hechos, de mil maneras narrados y con toda clase de matices comentados, en
torno a esta santa que hizo un proyecto de su vida contrapuesto al deseado por
su padre. Los narraré escuetamente adelantando ya que fue por la persecución de
Maximiliano.
Juliana es hija de una conocida
familia ilustre pero con un padre pagano metido en el ejercicio del Derecho -
que cuando llega el momento llega a convertirse en perseguidor de los
cristianos - y una madre agnóstica. Ella, por la situación del entorno familiar
nada favorable para la vivencia cristiana, se ha hecho bautizar en secreto.
Además se le ha ocurrido entregarse enteramente a Cristo y no entra el
casamiento en sus planes de futuro.
La dificultad del caso comienza
cuando Eluzo, que es un senador joven, quiere casarse con Juliana. La cosa se
pone aún más interesante porque, conociendo que Eluzo bebe los vientos por su
hija, ya ha concertado el padre el matrimonio entre el senador y la joven,
comprometiendo su honorabilidad.
La supuesta novia lo recibe
amablemente y con cortesía haciendo gala de su esmerada educación. Pero, al
llegar el momento culminante de los detalles matrimoniales, salta sobre el
tapete una condición al aspirante con la intención de desligarse del
compromiso. No lo aceptará -le dice- mientras no sea juez y prefecto de la
ciudad. Claro que eso era como pedir la luna; pero se vio pillada en sus
palabras ya que en poco tiempo, gracias a influencias, dinero y valía personal,
Eluzo se ha convertido en juez y prefecto de Nicomedia; además, continúa
insistiendo en sus pretensiones matrimoniales con Juliana. La doncella mantiene
la dignidad dándole toda clase de felicitaciones y parabienes, al tiempo que le
asegura no poder aceptar el matrimonio hasta que se dé otra condición
imprescindible para cubrir la sima que los separa: debe hacerse cristiano.
Ante tamaño disparate es el
propio Eluzo quien pondrá al padre al corriente de lo que está pasando y de la
«novedad» que se presenta. «Si eso es verdad, seremos juez y fiscal para mi
hija». Juliana sólo sabe contestar a su padre furioso que ansía ser la primera
dama de la ciudad, pero que sin ser cristiano, todo lo demás lo estima en nada.
«Por Apolo y Diana! Más quiero
verte muerta que cristiana».
Convertida al cristianismo, se
destacó por su entusiasmo y ardor en la difusión de la fe, por lo que fue
encarcelada, torturada y finalmente decapitada el año 305. Su cuerpo fue
trasladado a Cumas, en Italia, y posteriormente su reliquias llegaron a España,
donde en su honor los condes de Castilla levantaron el célebre monasterio de
Santillana (Santa Ileana), uno de los mejores monumentos de la Edad Media
española
En la conversación tratará a su
padre con respeto y amor de hija, pero... «mi Salvador es Jesucristo en quien
tengo puesta toda mi confianza». Vienen los tormentos esperados cuando las
razones no son escuchadas. Estaño derretido y fuego; además, cárcel para darle
tiempo a pensar y llevarla a un cambio de actitud. Finalmente, con 18 años, se
le corta la cabeza el 16 de febrero del 308.
Alguna vez hay padres «se pasan»
al forzar a sus hijos cuando tienen que elegir estado. Esto tiene más
complicaciones si razones profundas, como la fe práctica, dificulta la
comprensión de los motivos que distancian. ¿No pensaría el padre de Juliana que
sin matrimonio y cristiana su hija sería desgraciada? Quizá con viva fe
cristiana llegara a vislumbrar que Jesucristo llena más que el dinero, el
poder, la dignidad y la fama.
Uno de los hechos más
característicos de las «Actas», es la discusión que tuvo la santa con el
demonio, el cual, disfrazado como un ángel de luz, trataba de persuadirla para
que accediese a los deseos de su padre y de su pretendiente. Por ello, el arte
medieval representaba comúnmente a Santa Juliana con una cadena o una cuerda
disponiéndose a atar a un demonio alado.