No podemos ser indiferentes ni insolidarios con aquellos que sufren y que buscan un refugio seguro que les permita seguir viviendo. Muchos huyen de su tierra por la amenaza de muerte que nacen de los conflictos y guerras; otros lo hacen porque le impiden ejercer su derecho a la libertad de fe y de expresión. De cualquier forma son personas que necesitan ayuda.
Nuestro Papa Francisco nos recuerda hoy esa obra misericordiosa de la acogida al peregrino o extranjero. También, recordando lo que nos dijo ayer en la homilía en Santa Marta, abramos nuestro corazón a la docilidad del Espíritu Santo para vivir a ritmo de su impulso.
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 26 de octubre de 2016
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre una obra de misericordia corporal, acoger al peregrino, al extranjero. La historia de la humanidad es una historia de migraciones, no existe un pueblo que no haya conocido este fenómeno. Tampoco la historia de la salvación es ajena a esta situación. Abrahán, Moisés, incluso Jesús ha dejado su tierra y se ha puesto en camino.
Estas situaciones a veces se han visto unidas a graves crisis sociales, que a lo largo de los siglos se han afrontado con dos aptitudes: o la de cerrarse al que viene o la de acogerlo. Puede que levantar muros haga más ruido que la callada acción de quienes ayudan y asisten a los emigrantes y refugiados, pero cerrarse no es la solución, sólo favorece los tráficos criminales. La única respuesta es la de la solidaridad.
El compromiso de los cristianos es urgente. Todos tenemos el deber de acoger al hermano que huye de la guerra, el hambre o la violencia y estamos llamados a salir al encuentro del que sufre para llevarle el abrazo y la misericordia de Dios.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pidamos al Señor la gracia de abrirnos al hermano, acogerlo, para poder restituirle la dignidad que, en muchos casos, ha perdido por los abusos, el egoísmo, la criminalidad, así nuestra vida será fecunda y nuestras sociedades recuperarán la paz. Dios los bendiga.