(Lc 14,1.7-14) |
Nuestra natural inclinación es ocupar los primeros puestos. Siempre nuestros deseos son ser más que lo otros. Somos arrogantes, altaneros y soberbios, y nos cuesta ser menos o estar debajo de otros. Y cuando hacemos una fiesta y confeccionamos la lista de invitados, lo hacemos por categorías e intereses, desechando a aquellos que nada pueden darnos. Todo lo contrario de lo que Jesús nos dice hoy en el Evangelio, que nos exhorta a buscar los últimos puestos y a ser humildes.
Porque la humildad es el camino, y quien se humilla será ensalzado. Pero quien se ensalza acabará humillado. Y esto sucede en nuestro mundo de hoy. Hay una gran competencia por ser más. Yo más que tú, y esa actitud de arrogancia y altivez es la causa de muchas guerras familiares, amigos y compañeros. Guerras en empresas y sociedades comerciales porque yo quiero ser más que tú.
Y todo lo hacemos movido por intereses y contra prestaciones a cambio. No hacemos una fiesta sin ningún interés. Todo está pensado para conseguir, a medio o largo plaza alguna prestación que nos convenga. Así está el mundo, lleno de favores e intereses. Y así se mueve la política y los gobiernos, mientras los ciudadanos sufren las consecuencias de los egoísmos de otros.
El sentido común nos dice que siempre hay otro más grande que tú, y que lo lógico y de buen gusto es actuar con prudencia, humildad y sencillez ante los demás. Porque, además, todo te ha sido dado, así que de nada puede sentirte meritorio. Y actuando con sencillez y humildad conseguirás mejores resultados, porque, como nos dice Jesús, serás ensalzado.
Y todo aquello que ha sido dado gratuitamente sin posibilidad de devolver, será recompensado en su momento y en su hora. Porque a nuestro Padre Dios no se le escapa nada.
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