Queridos hermanos y hermanas:
Siguiendo la serie de catequesis sobre la familia, hoy quisiera hablarles de los hijos como don de Dios para los padres y la sociedad. Un hijo es amado por ser hijo: no porque sea bello, sano, bueno; no porque piense igual que yo, o encarne mis deseos. Todos hemos sido hijos. Ser hijos nos permite descubrir la dimensión gratuita del amor, de ser amados antes de haber hecho nada para merecerlo, antes de saber hablar o pensar, e incluso antes de venir al mundo. Es una experiencia fundamental para conocer el amor de Dios, fuente última de este auténtico milagro. Además, este amor nos da fuerza para afrontar la vida sin miedo, construir un mundo nuevo, ser mejores cada día sin arrogancia y sin presunción.
El cuarto mandamiento que nos pide “honrar al padre y a la madre” está a la base de cualquier otro tipo de respeto entre los
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.