(Mc 1,29-39) |
Hoy, el Evangelio, nos enseña una jornada normal de Jesús. Se levanta muy temprano y se pone a orar, par luego predicar y curar. La Palabra va seguida de la acción. Jesús proclama el Reino de Dios y lo adelanta en las curaciones de todo tipo, expulsando también demonios.
Esas curaciones nos descubren que estamos llamados a una nueva vida cuando termine esta. Nos lo dice Jesús al demostrarnos su poder de sanación. Porque, ¿para qué entonces nos cura? ¿Para luego, dentro de unos años dejarnos morir? No parece tener eso mucho sentido, ¿no les parece?
Las curaciones descubren una nueva vida, un poder de resurrección que vendrá al final de nuestra vida en este mundo. Jesús nos predica esa Buena Noticia de salvación, y nos la demuestra curando a muchos de sus dolencias, enfermedades y liberando a los poseídos por espíritus inmundos.
También, Jesús, nos enseña la necesidad de la oración. Es el alimento que nos sostiene unidos en intimidad con el Padre, y nos capacita, si esa es su Voluntad, para también nosotros, en su Nombre, hacer las mismas cosas que Él. La fe mueve montañas nos dice el Señor.
Pidamos fortaleza, paz y sabiduría para permanecer en la oración unidos al Señor y, con la vivencia diaria de nuestras vidas, proclamar de palabra y acción, su Mensaje. Amén.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.