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(Jn 14,1-12) |
Y es que lo decimos de una manera que da la sensación que no sabemos lo que decimos o no valoramos esa promesa del Señor: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro
corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay
muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un
lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os
tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde
yo voy sabéis el camino».
Si
tuviéramos la oportunidad de reservar una vacaciones en la Luna lo
pregonaríamos por todo el mundo: ¡Tengo un viaje reservado a la Luna!
Sin embargo, tenemos, ¡y esto sí que es verdad!, una plaza reservada y
una mansión para la eternidad en el paraíso jamás soñado e inimaginable y
casi pasa desapercibido. No parece incidir en nuestra vida ni
ilusionarnos hasta el punto de que se nos note.
Y
es que la reserva no nos la ha hecho cualquier agencia, que le puede
fallar o nos puede engañar, sino que la ha hecho el mismo Jesús, el
Resucitado de entre los muertos, en quien todo se ha cumplido y quien
tiene Palabra de Vida Eterna. Sí, hermanos, tenemos un lugar para cada
uno de nosotros en la Casa del Padre, en dónde Jesús nos espera y de
donde vendrá a buscarnos para instalarnos allí.
Quizás
no estamos concebido porque tal dicha y gracia no cabe en nuestra
cabeza. Te pedimos Señor que nos des la sabiduría y la Gracia de tomar
conciencia de tu promesa y de apuntarnos sin condiciones a ese
maravilloso viaje que nos ofrece.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.