(Mt 5,13-16) |
Tres
cosas, nos dice Jesús, debemos hacer: poner nuestra vida donde se pueda
ver, es decir, en lo más alto; salar nuestro entorno y darle gusto, es
decir, hacer la vida más justa, agradable y en paz a todos los que nos
rodean y encenderla para que alumbre, es decir, ser luz que ilumine y
oriente por el buen camino, por el camino de salvación, es decir, seguir
a Jesús, Verdad, Camino y Vida.
Es
evidente que la oración y sobre todo el alimento Eucarístico se hacen
necesarios para que nuestra vida se sale y pueda salar, y para que,
también, seamos bombillas con patas que puedan moverse y alumbrar a las
personas que tropiezan con nosotros en nuestra vida.
Ocurre
que a veces nos gustamos tanto y nos confundimos creyendo que nuestra
sal y luz son de cosecha y fuente propia y exultamos de gozo hasta
darnos con la puerta en las narices al quedarnos sin luz y en la más
completa oscuridad. Porque nuestra luz proviene del Señor que nos da la
Vida de la Gracia, fuente eterna de Luz que nos salva.
Ilumina nuestra vida Señor y aliméntanos como antorchas luminosas para que seamos ejemplos de luz para los demás.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.