(Lc 17,5-10) |
Nunca podremos pagarte, Señor, ni tampoco merecer nada. Sin embargo Tú nos das todo. Nos das la vida y nos salvas. Un misterio de amor que nunca tampoco entenderemos. ¿Cómo responder a tu llamada de la que nosotros somos los más beneficiados? El ejemplo del lavatorio de los pies fue significativo y clarificador. Nos has indicado la actitud de servicio que nos debe acompañar toda nuestra vida.
Pero, encima, Señor, nos regañamos cuando las cosas se nos tuercen y nos descubrimos merecedores de mejor suerte y te pedimos explicaciones o te imploramos, casi, muchas veces, exigiéndote que nos soluciones el problema. Perdona, Señor, nuestra osadía e ignorancia, y aumentanos nuestra fe, porque sólo así comprenderemos nuestra pequeñez y pobreza.
Y ayúdanos a confiar en Ti. Confiar como lo hicieron otros y antes de que hicieras el milagro. El ejemplo del Centurión o de la Cananea nos ilustra como debe ser nuestra fe. Pero experimentamos la pobreza y limitaciones de nuestra humanidad y la necesidad de, abrazados a Ti, ganar día a día, esa fe que nos mueva a vivir con mayor intensidad nuestra fe.
Nos ocurre que cuando más fuerte nos creemos experimentamos la tentación de abandonar o dejamos nuestro obrar a mitad o decepcionamos. Necesitamos la perseverancia de estar agarrados a Ti, Señor, en la contemplación diaria de tu Palabra y en la oración íntima contigo. Y, también, en el abandono confiado en la acción del Espíritu Santo que nos fortalece y nos impulsa a obrar como debemos y queremos hacerlo.
Te pedimos, Señor, que fortalezcas nuestra voluntad para estar siempre dispuestos, a pesar de los avatares y obstáculos del camino, a permanecer firmes en la fe de tu Palabra. También nosotros hoy te pedimos que nos aumentes nuestra fe.
Y ayúdanos a confiar en Ti. Confiar como lo hicieron otros y antes de que hicieras el milagro. El ejemplo del Centurión o de la Cananea nos ilustra como debe ser nuestra fe. Pero experimentamos la pobreza y limitaciones de nuestra humanidad y la necesidad de, abrazados a Ti, ganar día a día, esa fe que nos mueva a vivir con mayor intensidad nuestra fe.
Nos ocurre que cuando más fuerte nos creemos experimentamos la tentación de abandonar o dejamos nuestro obrar a mitad o decepcionamos. Necesitamos la perseverancia de estar agarrados a Ti, Señor, en la contemplación diaria de tu Palabra y en la oración íntima contigo. Y, también, en el abandono confiado en la acción del Espíritu Santo que nos fortalece y nos impulsa a obrar como debemos y queremos hacerlo.
Te pedimos, Señor, que fortalezcas nuestra voluntad para estar siempre dispuestos, a pesar de los avatares y obstáculos del camino, a permanecer firmes en la fe de tu Palabra. También nosotros hoy te pedimos que nos aumentes nuestra fe.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.