No
buscamos ni seguimos a un muerto sino a Jesús Resucitado. Eso cambia
todo y renace nuestra esperanza, porque corremos con Él, en Él y por Él
para no morir sino continuar una nueva Vida Gloriosa y Eterna una vez
hayamos cumplido nuestro camino por este mundo.
Hoy
es un día apropiado para reflexionar sobre nuestra máxima aspiración,
la Vida, la Vida Eterna a la que estamos llamados, porque el hombre
aspira a vivir, no a morir. Hemos venido a este mundo para alcanzar la
vida eterna, y en Jesús estamos convocados y llamados a vivir
eternamente.
Hay
muchos que ya han alcanzado esa dicha. Son los santos, que hoy la
Iglesia conmemora y que nos pone como ejemplos visibles que nos anima a
hacer nosotros lo mismo. Injertados en el Señor, como el sarmiento en la
vid, podemos, siempre por la Gracia de Dios, porque por nuestros
méritos nunca lo mereceremos, alcanzar la dicha de ser gloriosos y
eternos junto al Inmenso Amor del Padre.
Te
damos gracias Señor por experimentar la dicha y la esperanza de la
Resurrección por tu Amor y Misericordia. Te damos gracias por el inmenso
regalo de la fe y te pedimos nos des la sabiduría y fortaleza de nunca
dejar tu Camino. Amén.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.