A mi regreso del viaje apostólico a Corea, quiero dar gracias a Dios y
a todos los que han contribuido a su realización, especialmente a los
Obispos coreanos, a la Señora Presidenta y a las Autoridades locales.
Los dos acontecimientos principales de mi visita –la beatificación de
124 mártires y el encuentro con los jóvenes– me han permitido presentar
a la Iglesia como una familia que transmite a las nuevas generaciones
la fe recibida de sus antepasados. La memoria de los mártires, que
fueron capaces de entregar sus vidas por aquello en lo que creían,
constituye un ejemplo para los jóvenes de hoy y les da motivos para
vivir con esperanza. Leer más...
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.