(Mt 4,12-23) |
Y
decide retirarse. Sabe que lo que a Juan le puede pasar no le impedirá
arrebatarle la vida. La Vida junto al Padre al que Él ha venido a
revelar. Decide retirarse, pues a Él le queda todavía cumplir su Misión.
Misión que el Padre le ha confiado y a la que ha sido enviado.
Se encamina hacia Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se
cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «¡Tierra de Zabulón, tierra de
Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! El
pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que
habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el
Reino de los Cielos ha llegado».
Nada
nos pasará porque vamos enviado por el Padre, nuestro verdadero Padre:
Señor de la Vida y la Muerte. ¿Quién podrá quitarnos la vida?
Posiblemente podrán hacernos sufrir mientras estemos aquí en el camino
de nuestra vida terrenal, pero nada más. Jesús sufrió, pero en el
Espíritu pudo superarlo. Nosotros también en Él saldremos vencedores.
Con
el Señor y en el Espíritu Santo seré mayoría aplastante y nadie podrá
vencerme. La vida pertenece al Señor y el me la transformara en una Vida
gozosa y eterna junto al Padre.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.