La Iglesia recordará el próximo jueves 17, a San Antonio Abad.
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Una de las figuras más conocidas del monaquismo. Nace en tierras del
actual Egipto hacia el año 250. Al morir sus padres, distribuye sus
bienes entre los pobres y se retira al desierto, donde comienza a llevar
una vida de austeridad y penitencia. Reune en torno a él muchos
discípulos, sabiendo confortar a muchos confesores de la fe durante la
persecución de Diocleciano y apoyando firmemente a San Atanasio en sus
luchas contra los arrianos. Muere en el año 356. Se le conoce como “el
padre de los monjes”.
HIMNO II
(Laudes)
Desde que mi voluntad
está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.
A fuerza de amor humano
me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor
está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.
A fuerza de amor humano
me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.