domingo, 5 de julio de 2015

EN TU PROPIA CASA NO TE ESCUCHAN

(Mc 6,1-6)


La experiencia nos habla que es en tu entorno y conocidos donde se hace más difícil ser escuchado. Sobre todo cuando se trata de proclamar la verdad y la justicia. Pronto se levantan voces que se escandalizan y te señalan como manzana de discordia. Cuesta mucho aceptar tu autoridad cuando eres conocido e hijo de tu propia tierra.

¿Por qué ocurre esto? Quizás porque la convivencia es difícil y descubre las debilidades y pecados de cada uno; quizás porque viéndonos como seres humanos, pobres y limitados, nos escandaliza que proclamen la verdad cuando dejan mucho que desear. Pero, ¿esto no ocurre en Jesús? Jesús habla con autoridad, con sabiduría y hace milagros que maravillan. ¿Cómo se explica que le rechacen?

Supongo y creo que la falta de humildad les impide reconocer, ver y descubrir a quien tienen delante. Ciegos por su soberbia no advierten la divinidad de Jesús. Ciegos por su soberbia y falta de humildad solo ven al hombre, humilde y sencillo, hijo de José el carpintero. ¿Cómo reconocerle el Mesías, el enviado de Dios? Se necesitará mucha humildad, y ellos no la tienen. Sus conocimientos de la persona de Jesús como joven que ha convivido en el pueblo, y el de su familia les levanta un muro infranqueable que les vuelve ciegos.

Jesús, consciente de esa barrera, llega a decir que nadie es profeta en su tierra. Y todos experimentamos, a través de los tiempos, que realmente ocurre eso. Cuesta mucho ser profeta en su tierra. Sólo, tras la muerte, se le empieza a reconocer y se le hacen homenajes.

Tuvo que morir Jesús para en su Resurrección, pilar de nuestra fe, su Divinidad fuera proclamada por todos los lugares del universo. Y su Amor por todos los hombres fuera reconocido y admirado. Sin embargo, creer en Jesús exige una mirada limpia, sencilla, humilde y sincera. No se puede aceptar la verdad si, antes no estás dispuesto a morir por ella. Y sólo eres capaz de hacerlo cuando experimenta que el amor por la verdad es la fuente del gozo y la felicidad eterna.

Posiblemente fue eso lo que les faltó a aquellos contemporáneos de Jesús. Humildad y deseos de querer creer en Él. Porque las pruebas y el testimonio estaban delante de sus ojos. Ellos mismos eran testigos: La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: « ¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?

De la misma manera nos ocurre hoy a nosotros. No hay diferencias. Oímos la Palabra, la leemos y vemos muchos testimonios de creyentes que se entregan a la ingente tarea de amar. Experimentamos el gozo del amor cuando nos damos de forma desinteresada y gratuita, más, sin embargo, volvemos a caer en las garras del mundo que nos confunde y nos llena de dudas y rechazos.

Señor, limpia nuestro corazón y llénalo de humildad para que, con una mirada sana, sencilla y sincera se transforme en un corazón dócil a tu Voluntad. Amén.

jueves, 2 de julio de 2015

Misa en Santa Marta - Acortemos las distancias



2015-06-26 L’Osservatore Romano
Acercarse a las personas marginadas, acortar las distancias hasta tocar sin miedo de ensuciarse: Esta es la «cercanía cristiana» que nos mostró Jesús liberando al leproso de la impureza de la enfermedad y también de la exclusión social. A cada cristiano, y a toda la Iglesia, el Papa pidió tener esta actitud de «cercanía» durante la misa del viernes 26 de junio, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta. La próxima celebración está prevista para el 1 de septiembre.
«Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente»: El Papa Francisco inició la homilía repitiendo las primeras palabras del Evangelio de Mateo (8, 1-4) propuestas por la liturgia. Y toda la gente, explicó, «había escuchado sus catequesis: estaban maravillados porque les hablaba “con autoridad”, no como los doctores de la ley» a quienes estaban acostumbrados a escuchar. «Estaban maravillados» señala el Evangelio. Leer más...

domingo, 28 de junio de 2015

A PESAR DE QUE TÚ NO QUIERAS, LOS HECHOS LO DEMUESTRAN

(Mc 5,21-43)


No hay cabida para la reflexión. Este pasaje evangélico no da lugar a dudas. Puedes tenerlas, pero de la misma forma puede venirse abajo todo lo que hasta ahora crees y apoyas en la historia antigua, moderna o contemporánea. No creer en el Nuevo Testamento, hechos de los apóstoles, es como negar los hechos que se apoyan en la historia. La Tradición y prestigio de la Iglesia da credibilidad a estos hechos.

Y ante el Evangelio de hoy no cabe ninguna evasión. Crees o no crees. Crees porque hay hechos evidentes que lo prueban, demuestran y dan testimonio de la Verdad. Y no crees porque prefieres entregarte al mundo y no comprometerte, por amor, en renunciar a ti para darte a los demás. Así de sencillo. La resurrección de la hija de Jairo, después de muerta, como sucedió con Lázaro, el buen amigo de Jesús, aleja toda duda del poder de Dios y de su Amor por salvarnos.

Pero, la curación de la mujer, que padecía flujos de sangre, nos deja enmudecidos y boquiabiertos sin poder de reacción ante las maravillas del poder del Hijo de Dios. ¡Realmente, Tú, Señor, eres el Hijo de Dios Vivo!

No se puede ignorar estos hechos y muchos otros. Cada pasaje evangélico nos descubre la Divinidad, y también la humanidad de nuestro Señor Jesús. Cuando creemos con suma facilidad todo lo que nos dice Bill Gates u otros científicos, porque lo han probado, negamos los hechos históricos, pero reales y vividos del Hijo de Dios. Es fácil creer muchos supuestos y deducciones con los que la historia llena muchas lagunas y vacíos para completar la cadena que explique muchos interrogantes en la historia del hombre. Y muy difícil creer históricamente en la Palabra de Jesús, el Hijo de Dios. La diferencia es que lo que suponen y deducen unos, en Jesús está probado por testigos que nos lo han transmitido por la Tradición y las Escrituras.

Posiblemente, ocurre que mientras creer en los científicos es indiferente y no incide de forma sustancial en mis proyectos y convicciones. Creer en Jesús afecta de forma profunda a toda mi vida, y derrumba mis ideas y proyectos para, desechándolos, dejar y poner en primer lugar los que me propone Jesús. Se trata de dejar mi volntad para hacer la Voluntad de Dios.

Y eso es molestoso, duro, fastidioso, complicado, complejo y muy difícil de vivir. Tan difícil hasta el punto de que no podemos hacerlo solos, sino que necesitamos la Gracia del Espíritu de Dios y el peregrinar intimamente unido a Él. Porque sin Él nada conseguiremos. Amén.

jueves, 25 de junio de 2015

NUEVOS DIÁCONOS PARA LA IGLESIA

Para ver mejor clicar sobre la imagen


Nicanor es de la Graciosa y ha colaborado como catequista en la parroquia de San Ginés Obispo de Arrecife.

miércoles, 24 de junio de 2015

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre las heridas que se producen en la misma convivencia familiar. Se trata de palabras, acciones y omisiones que, en vez de expresar amor, hieren los afectos más queridos, provocando profundas divisiones entre sus miembros, sobre todo entre el marido y la mujer. 

Si estas heridas no se curan a tiempo se agravan y se transforman en resentimiento y hostilidad, que recae sobre los hijos. Cuando los adultos pierden la cabeza y cada uno piensa en sí mismo; cuando los padres se hacen daño, el alma de los niños sufre marcándolos profundamente. En la familia todo está entrelazado. 

Los esposos son “una sola carne”, de tal manera que todas las heridas y abandonos afectan a la carne viva que son sus hijos. Así se entienden las palabras de Jesús sobre la grave responsabilidad de custodiar el vínculo conyugal, que da origen a la familia. En algunos casos, la separación es

domingo, 21 de junio de 2015

Y, HOY, TODAVÍA SEGUIMOS PREGUNTÁNDOTE SEÑOR

(Mc 4,35-41)


No hemos parado de preguntarle al Señor. Continuamos haciéndolo porque surgen muchos interrogantes que nos interpelan y nos dejan perplejo. No entendemos lo ocurrido en los campos nazis de refugiado durante la segunda guerra mundial; no entendemos el hambre y la sed que padece África y otros lugares del mundo. Menos entendemos las migraciones que se suceden en pleno siglo XXI y que son carne de explotación y esclavitud en los países de destino.

Sí, hemos levantado la mirada y dirigida al Cielo le hemos preguntado al Señor: ¿Dónde estás Dios mío? ¿Por qué permites que estas cosas sucedan? Observamos impotente los devastadores tsunami, huracanes y terremotos que devastan pueblos enteros y que suceden en zonas pobres y débiles. Y qué quizás nosotros no socorremos como deberíamos hacer o ayudar para que no suceda de forma tan mortífera e indefensa.

En estos casos no se trata de falta de confianza, sino de no hacer las cosas como se tendrían que hacer. Porque el mundo tiene recursos para evitar estas situaciones puntuales o para que no sean tan devastadoras. Sabemos que no existe la solidaridad necesaria, no tanto a esos momentos, sino a tener una ayuda y preparación para formarse y prepararse para evitarlos cuando llegue la hora. Se hace necesario preparar y darles a esos pueblos las herramientas necesarias para que sean capaces de proveerse todo lo que necesitan.

Pero, a pesar de todo eso, debemos saber y confiar que Jesús está entre nosotros. Y nos dará la fuerza y el valor que necesitamos para afrontar las diversas situaciones. Esos son los miedos que tenemos que quitar de nuestros corazones. Debemos confiar que nuestro trabajo diario por hacer justicia y buscar la verdad, para encender la fraternidad entre los pueblos, está supervisado por el Ojo de Dios, y que Él nos proveerá y dará todo lo que necesitemos para que la justicia y la verdad primen por encima de todo.

Así ocurrió aquel día con los apóstoles en la barca. Asustados le despertaron, y Jesús les interpeló de cobardes y de poca fe. Igual nos ocurre a nosotros. Nos asustamos por todo lo que sucede a nuestro derredor. Sentimos miedo de las persecuciones y posiblemente por nuestros fracasos. Pero no olvidemos nunca que Jesús está con nosotros. 

Nos lo ha prometido Él, y su Palabra siempre se cumple. Perdona Señor nuestra osadía y atrevimiento. Danos el don de la fe y la confianza en tu Palabra, porque sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Amén.