miércoles, 4 de julio de 2018

PERDÓN Y AMOR

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Hoy no hay audiencia y en su lugar podíamos hablar o reflexionar sobre el perdón. Es el Evangelio de mañana que guarda un paralelismo con el de hoy. Ambos tienen el centro, desde mi humilde punto de vista, en el perdón. La expulsión de demonios libera psíquicamente y espiritualmente y nos libra de la muerte representada en el sepulcro. 

También, el perdón nos libera de nuestras parálisis y nos pone en movimiento para reanudar el camino que, quizás, por falta de perdón o arrepentimiento no habíamos reanudado, valga la redundancia. Todos hemos experimentado un gran alivio y alegría al sentirnos perdonados. Y es que el centro de nuestra alegría está en el perdón. Lo necesitamos para vivir cada día, para respirar y para continuar nuestro camino. Sin perdón quedamos paralizados.

Y, a nadie se le esconde, que perdonar necesita del amor. Amar y perdonar son las esencias y señales de todo seguidor de Jesús. Si tenemos un sello que nos distingue y que huele a discípulo de Jesús es el olor a perdón y a amor. Claro está que Jesús lo puso en el centro de la Ley y los profetas. En ellos dos está contenido todo lo que debemos vivir en nuestra vida de seguimiento a nuestro Señor.

Pero, que pobres somos ante tan alta misión. Perdonar y amar son las razones de nuestro vivir y los pecados de nuestro corazón. Experimentamos nuestras limitaciones y la necesidad de la Gracia del Espíritu Santo, enviado para acompañarnos, para poder asumir, aceptar, querer y vivir en el esfuerzo diario de perdonar y amar. Sólo junto al Espíritu Santo lo conseguiremos, y eso nos da mucha esperanza, alegría y entusiasmo. ¡Adelante, la vida es hermosa desde esa vivencia y esperanza!

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.