Hoy celebramos la fiesta de uno de los predicadores más famosos del siglo XIX. Nació en Sallent, España, en 1807.
En el bautismo le pusieron por nombre Antonio, pero
después el se añadió el nombre de María, diciendo: "Es que María Santísima
es mi Madre, mi Maestra y mi todo, después de Jesús".
De joven trabajó en el telar que tenía su padre y llegó a
ser un técnico en esa industria, por lo cual su familia esperaba que sería
después un gran industrial.
Un mensaje que cambia su vida
Pero en un sermón oyó hablar de la eternidad, y esto le
impresionó profundamente. Por la noche se despertaba repitiendo las palabras
que había escuchado al predicador: "Siempre, siempre, siempre. Siempre
feliz si me porto bien y me salvo. Siempre desdichado, si me dedico a pecar y me
condeno".
Además el predicador había aconsejado repetirse de vez en cuando
la pregunta que se hacían los santos: "¿De qué me sirve esto para la
eternidad?". Estos pensamientos lo movieron a dejar los negocios
materiales y a dedicarse seriamente a conseguir su propia salvación y la de los
demás.
Dudando va llegando. Al principio se propuso irse de
monje cartujo, pero un director espiritual que conocía su inmensa capacidad de
trabajo y su fogoso activismo le dijo que esa no era su vocación.
Después se
fue a Roma a pedir ser enviado como misionero a lejanas tierras, pero allá lo
convencieron de que debía más bien ser misionero en su propia patria. Luego
dispuso hacerse jesuita y entró al noviciado de esa comunidad pero un fortísimo
dolor en una pierna lo obligó a irse de allí y volver a España. Más tarde el
Superior general de los jesuitas le escribirá: "Dios lo trajo a nuestra
comunidad, pero no para que se quedara en ella, sino para que aprendiera a
ganar almas para el cielo".
Intervenciones de la Virgen
En su juventud siente dos intervenciones de la Santísima
Virgen que lo mueven a amarla mucho más y a propagar por todas partes su
devoción. La primera fue en una ocasión en la que le llegaron terribilísimas
tentaciones contra la pureza. Cuando el peligro de consentir era mayor, vio en
sueños que Nuestra Señora le ofrecía una corona de triunfador y le decía:
"Esta corona será para ti, si rechazas la tentación". Con esto se
sintió lleno de valor y logró salir victorioso de aquel peligro. En adelante la
Sma. Virgen le concedió una pureza admirable, durante toda su vida.
La segunda intervención de la Virgen en su favor sucedió
en el mar, cuando estando él dándose un baño llegó una inmensa ola y lo
arrastró hacia el océano profundo. El, viéndose perdido, rezó con toda la fe a
la madre de Dios, y sin saber cómo, se halló otra vez en la orilla, sano y
salvo. Toda la vida recordó estos hechos admirables y no se cansaba nunca de
recomendar a sus oyentes la devoción a la Madre Celestial.
Predicador popular.
Ingresó al seminario de Vich (España)
y allí recibió la ordenación sacerdotal. Fue luego nombrado como vicepárroco y
pronto empezó el pueblo a conocer cuál era la cualidad principal que Dios le
había dado: era un predicador impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas
partes lo llamaban a predicar misiones populares. Predicaba hasta diez sermones
en un día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.
Cuando terminaba de predicar la misión en un pueblo, se
iba en procesión, cantando y rezando con toda la gente de ese pueblo, hasta el
límite con el pueblo siguiente donde lo estaban esperando los habitantes de
allá para empezar su predicación entre ellos.
La gente al verlo pasar decía: "Allá va el santo,
ahí viene el santo".
En el confesionario era extraordinariamente amable y
sumamente comprensivo con los pecadores, pero en la predicación hablaba fuerte
contra los vicios y las malas costumbres. Durante 15 años predicó
incansablemente por el norte de España, y difícilmente otro predicador del
siglo pasado logró obtener triunfos tan grandes como los del padre Claret al
predicar. Las conversiones se obraban por montones. Cuando predicaba tenía que
conseguir un buen número de sacerdotes para confesar a los pecadores que se
convertían al escucharlo. En su vida predicó más de 10,000 sermones.
Apóstol de las buenas lecturas
Lo que hizo San Juan Bosco en Italia en ese tiempo a
favor de las buenas lecturas, lo hizo San Antonio Claret en España. El se dio
cuenta de que una buena lectura puede hacer mayor bien que un sermón y se
propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir buenos libros. Mandaba
imprimir y regalaba hojas religiosas, por centenares de miles. Ayudó a fundar
la Librería religiosa de Barcelona y fue el que más difundió los libros de esa
librería. El mismo redactó más de 200 libros y folletos sencillos para el
pueblo, que tuvieron centenares de ediciones. Los regalaba donde quiera que
llegaba. No cobraba nada por las misiones que predicaba, pero en todas partes
reglaba medallas, rosarios, hojas y libros religiosos. Vivía en la más absoluta
pobreza, pero regalaba libros como si fuera un millonario. Dios le ayudaba.
Arzobispo de Cuba.
La ciudad de La Habana llevaba 14 años
sin arzobispo porque eran tiempos de persecuciones contra la Iglesia Católica.
Al fin a la reina de España le pareció que el sacerdote mejor preparado para
ese cargo era el Padre Claret. Le escribió la reina al Sumo Pontífice y este lo
nombró como Arzobispo de La Habana. El se negaba a aceptar el cargo porque le
parecía que no era digno, pero sus amigos sacerdotes le dijeron que en
conciencia tenía que aceptarlo porque esa era la voluntad de Dios.
Y desde 1489 por siete años fue un maravilloso arzobispo
en Cuba. Visitó dos veces todas las numerosas parroquias predicando misiones en
cada una. Allí el pueblo no leía casi, pero él los adoctrinaba por medio de la
devoción a la Virgen Santísima y con sus sencillas clases de catecismo donde
quiera que llegaba. El pueblo lo quería y estimaba.
En Cuba administró el sacramento de la confirmación a
300,000 cristianos y arregló 30,000 matrimonios. Logró formar con los
sacerdotes una verdadera familia de hermanos donde todos se sentían bien
atendidos y estimados en la casa del Arzobispo. Todo lo llevaba a las buenas,
sin amarguras ni asperezas, con gran amabilidad.
Atentados.
Pero aunque era el más bondadoso de los
obispos (del cual dijo el Papa de ese tiempo, Pío Nono: "Monseñor Claret
es un verdadero modelo de obispo"), sin embargo la masonería le juró la
guerra y pagó a sicarios para que lo mataran. Varias veces nuestro santo se
libró como por milagro de peligrosos atentados. Pero un día al salir de
predicar un sermón, un sicario lo esperó en la calle y con una navaja de
afeitar le hizo una herida en el cuello. Providencialmente el obispo llevaba un
pañuelo tapándose la boca para evitar el aire frío y con este logró que no lo
degollaran. Quedó gravemente herido y sin voz. La herida cicatrizó pero la voz
no lograba recuperarla. Entonces le pidió con toda la fe a la Sma. Virgen que
le devolviera su voz y logró tan gran favor.
Capellán de la Reina.
En 1857 fue llamado a España como
capellán de la reina Isabel. Aprovechó este alto cargo para conseguir que
fueran elegidos obispos los sacerdotes más santos. Vivía en el palacio real
pero dormía fuera y seguía siendo tan estricto y fervoroso como cuando era un
sencillo misionero.
Fundador de los Claretianos.
En 1849 al darse cuenta de
que para mantener viva la fe del pueblo se necesitan sacerdotes entusiastas que
vayan por campos y ciudades predicando y propagando buenas lecturas, se reunió
con cinco compañeros y fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María,
que hoy se llaman Claretianos. Actualmente son 3,000 en 385 casas en el mundo.
Fundó también las Hermanas Claretianas que son 650 en 69 casas. Estas
comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.
Presencia sacramental.
San Antonio Claret le pidió a Dios
un favor muy especial: que la sagrada Hostia que recibía cada día se conservara
intacta en su cuerpo hasta la próxima comunión. Y lo obtuvo. Quería tener más
presencialmente a Cristo en su corazón.
Desterrado.
En 1869 una revolución desterró a la reina y
por lo tanto quedó también desterrado su capellán, Monseñor Claret. El
aprovechó este destierro para asistir al Concilio Vaticano en Roma en 1870 (un
concilio es la reunión de obispos de todo el mundo, con el Sumo Pontífice). En
el Concilio pronunció un gran discurso que fue muy aplaudido y muy bien
comentado y elogiado.
Paso a la eternidad.
En Francia fue recibido por los
monjes cistercienses del monasterio de Fuente Fría, y allí, después de haber
escrito por orden del superior de su comunidad, su autobiografía (que es
interesantísima) empezó a sentirse enfermo y después de dos meses de enfermedad
expiró el 24 de octubre de 1879.
Tenía apenas 63 años pero estaba desgastado de
tanto predicar, escribir, viajar y sufrir por la salvación de las almas.
Después de muerto ha hecho muchos milagros y por medio de
sus religiosos, de sus escritos y de sus buenos ejemplos sigue haciendo inmenso
bien.
El 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO.
Estas fueron sus palabras aquel memorable día:
"San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida
como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los
ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia
modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra.
Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la
austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de
su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y
perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina,
su devoción a la Madre de Dios".
Queridísimo San Antonio María Claret: pídele al Espíritu
Santo que nos vuelva tan entusiastas como tu, por extender el Reinado de
nuestro Dios.
Tomado de Vida de Santos del P. Eliécer Sálesman
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