SAN CONRADO DE PIACENZA EREMITA |
En Neto, en Sicilia, san Conrado de Piacenza Confalonieri, eremita de
la Tercera Orden de San Francisco, que, abandonando los placeres seculares,
perseveró durante más de cuarenta años en una vida austera de oración y
penitencia (1351).
Fecha de canonización: 12 de septiembre de 1625 por el Papa Urbano
VIII.
Los ecólogos probablemente no tienen ninguna simpatía por este santo,
pues durante una cacería no dudó en quemar el bosque con tal de hacer salir las
liebres y los faisanes.
Para aplacar la ira de los colonos que vieron destruidas sus cosechas
y sus casas por el voraz incendio, el gobernador de Piacenza, Galeazzo
Visconti, hizo condenar a muerte al primero que cayó en sus manes y cuya única
culpa era la de haberse encontrado en el monte durante el incendio.
El verdadero culpable era Conrado Confalonieri que había nacido en
Piacenza en 1290; estaba casado y su profesión era la de soldado de aventura.
Era fundamentalmente un hombre de bien, y por eso no dudó en
entregarse, cuando supo que un inocente iba a pagar con la vida su acto de
ligereza. Después de haber confesado su culpa, manifestó que estaba dispuesto a
pagar los daños. Y así lo hizo, aunque quedó en extrema pobreza.
Como los caminos del Señor son infinitos, el pirómano cazador, actitud
muy poco franciscana, entró arrepentido y en paz a la Tercera Orden franciscana
de Calendasco en 1315, después de haberse separado de común acuerdo de su
esposa, Eufrosina, que, siguiendo el ejemplo del marido, entró al monasterio
franciscano de Piacenza.
Dentro del sayo franciscano palpitaba todavía el corazón del errante
hombre de armas.
Después de varios años de piadosa peregrinación de un santuario a
otro, fray Conrado fijó su residencia en un pueblito llamado Noto, más abajo de
Siracusa, en un lugar apartado. Pero la fama de su santidad lo seguía como la
sombra, y al ver que las demasiadas visitas le quitaban el tiempo para la
oración, se retiró de allí y fue a vivir en una gruta apartada que después la
gente bautizó con el nombre de “gruta de San Conrado”. Allí murió el 19 de
febrero de 1351.
La Orden franciscana venera a este ilustre miembro seglar de su
familia y celebra su memoria el 19 de febrero, desde que Urbano VIII, por decreto
del 12 de septiembre de 1625, concedió a la Orden celebrar misa y oficio del
santo eremita.
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