La
palabra de DIOS afirma:
El
que siembra escasamente, cosecha poco.
El
que siembra generosamente,
Cosecha
abundancia.
2 Cor 9,6
Depende
cuánto y cómo damos, es la medida de lo que recibimos. El banco de la vida es
justo y nos devuelve lo mismo que antes depositamos.
Además,
San Pablo nos advierte, basado en su propia experiencia:
Lo
que uno siembre, eso cosechará.
Quien
siembra en la carne,
Cosecha
corrupción.
Pero
el que siembra en el espíritu,
Cosecha
vida eterna:
Gal 6, 7-8
Cada
uno cosecha y recibe lo que ha sembrado y dado.
Si
anhelas más amor en el mundo, siembra amor a tu alrededor. Pero si deseas poco
amor, da poco.
Si
esperas felicidad, da felicidad a quienes te rodean.
Si
quieres sonrisas y bendiciones, sonríe y bendice.
Si
te gusta cosechar desprecios, desprecia,
Si
deseas bienes materiales, compártelos.
Si
buscas amigos, hazlos.
Si
prefieres soledad, enciérrate en ti mismo.
Si
necesitas que te escuchen, escucha a los demás.
Si
quieres una mejor familia, atiéndela.
Si
hasta el día de hoy has estado cosechando soledad, enfermedades, tristezas,
traiciones, no culpes a los otros. Mejor revisa tu morral para identificar las
semillas que has estado sembrando, y cambia las semillas si es necesario, para
que pronto, muy pronto puedas cosechar frutos abundantes y permanentes (Jn 16, 8-16)
Señor,
percibo que hoy estoy cosechando lo que anteriormente he sembrado.
Cuando
sembré poco, coseché escaso, pero cuando sembré mucho recogí en abundancia: Mucho amor o resentimiento,
poca alegría o paciencia. Mucha esperanza o confianza, poca salud y amistad.
Cada vez que sembré vientos, coseché tempestades. Cuando sembré paz, me regresó
con altos intereses. Si espigo corrupción y muerte, es porque antes invertí en
la carne. Pero cuando sembré en el espíritu, he constatado frutos de vida eterna.
Por
otro lado Señor, yo soy el campo. Siembra tu palabra que es espíritu y vida, viva
y eficaz, para que de fruto al ciento por uno.
Que
el eco del ESPIRITÚ SANTO, que sopla como quiere, multiplique con creces la
vida en abundancia que tú siembras en mi corazón.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.