Beato Jordán de Sajonia |
Sucesor de Santo Domingo de Guzmán
Martirologio Romano: Cerca de Ptolemaida, en Palestina, tránsito del
beato Jordán de Sajonia, presbítero de la Orden de Predicadores, sucesor e
imitador de santo Domingo, que trabajó incansablemente para extender la Orden y
pereció en un naufragio (1237).
Fue el sucesor de Santo Domingo de Guzmán, y el gran propagador de la
Comunidad de Padres Dominicos.
Nació en Sajonia (al sur de Alemania) y se doctoró en la Universidad
de París. Santo Domingo de Guzmán le envió a un hombre de toda su confianza (a
Fray Reginaldo) a que le propusiera hacerse religioso dominico, y aceptó. El
Miércoles de Ceniza del año 1220 entró a la Comunidad de Santo Domingo.
El caso de Jordán de Sajonia es uno de los más impresionantes de la
historia. Un hombre que entra a una comunidad y a los solos tres años de estar
de religioso reemplaza al santo Fundador y llega a ser Superior General de toda
la Comunidad.
Jordán sobresalía por su gran elocuencia y por la eficacia maravillosa
de su palabra para conmover los corazones de los creyentes.
Primero fue nombrado superior Provincial de la región más difícil de
gobernar que tenía esa comunidad, que era la Lombardía, Italia. Luego al morir
santo Domingo, en 1222, los delegados de toda su Orden religiosa lo eligen como
Superior General y reemplazo del fundador. Y en este cargo dura 15 años, hasta
su muerte en 1237. Santo Domingo tiene el honor de haber sido el fundador de la
Comunidad de Padres Dominicos, pero Jordán de Sajonia fue el gran propagador de
esta comunidad. Basta con recordar que durante su mandato se fundaron 249 Casas
de Congregación y se hicieron seis nuevas provincias de religiosos.
Dicen que Jordán de Sajonia es el Patrono de los Capellanes de
Universidades, porque este santo sacerdote recibió de Dios unas cualidades
admirables para lograr ejercer influencia entre los universitarios. Por nueve
años había estudiado en la más famosa Universidad de La Sorbona en Paría, y
allí aprendió muchas técnicas para lograr influir en favor de los estudiantes.
Su gran preocupación fue siempre lograr hacer mejores a los que estudiaban en
las Universidades. Un año predicaba la cuaresma en la Universidad de París y al
año siguiente en la concurridísima Universidad de Bolonia y al tercer año se
dirigía a predicar a la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y en todas partes
los frutos espirituales que cosechaba eran admirables. En la Universidad de
Alemania conquistó para su comunidad al más grande sabio en ciencias naturales
de su época, a San Alberto Magno. Y conquistó también a Pedro de Tarantasia,
que llegó a ser después el Pontífice Inocencio Quinto. Un famoso profesor de
universidad previno a sus alumnos para que no se dejaran convencer por los
discursos de Jordán, pero al oírle uno de sus elocuentes sermones, se convirtió
él también en uno de sus más fervientes admiradores.
Uno de los antiguos biógrafos, compañero suyo, dice: "Las casas
religiosas donde habitaba el Padre Jordán parecían colmenas, por los muchos
jóvenes que entraban a hacerse religiosos, y por los muchos que de allí salían
para ser superiores de otras casas religiosas. Por eso él al llegar a un
convento mandaba hacer muchos hábitos religiosos, teniendo confianza en que
Dios le enviaría muy numerosas vocaciones, y así le sucedía en todas
partes".
El Padre Jordán no sólo se iba a las universidades a conseguir jóvenes
muy bien instruidos, para que se hicieran religiosos, sino que también se iba a
los campos y a los barrios obreros a invitar muchachos sanos, aunque fueran
ignorantes, a que entraran en la comunidad. Y esto le valió la acusación de que
él recibía a gentes que no le iban a dar gloria a su Congregación. Y sucedió
una vez que recibió a unos 60 muchachos tan poco estudiados que casi no eran
capaces ni de leer los salmos en la oración de la comunidad. Y a quienes lo
criticaban por recibir esta clase de gentes, les respondió con unas palabras
que resultaron ser una profecía o anuncio de lo que iba a suceder en el futuro:
"Ténganles paciencia por ahora y concédanles tiempo para instruirse poco a
poco, que un día se convertirán en grandes predicadores". Y esto se
cumplió exactamente varios años después.
Cuando Dios le confía a una persona un oficio especial, le concede las
cualidades que para ese oficio necesita. Y al Padre Jordán le confió Dios el
oficio de conseguir muchísimas vocaciones para la vida religiosa, y por eso le
concedió unas cualidades admirables. Recordemos algunas:
El Padre Jordán tenía unas cualidades que excedían a las que posee el
común de las gentes. Dicen los que vivieron junto a él que la austeridad en el
dominio de su lengua, de sus ojos y de la gula era algo impresionante, pero que
sobre todo llamaba la atención el modo heroico como dominaba su ira para no
ofender a nadie ni amargar la vida a ninguno.
Y no es que no fuera valiente. Cuando el emperador Federico II empezó
a atacar ferozmente al Sumo Pontífice y a la religión, el Padre Jordán se fue
al palacio y le dijo frente a frente al Emperador que ésta conducta era
reprensible y que si no cambiaba de modo de proceder le llegarían desgracias
muy grandes.
Pero con los pequeños sabía hacerse pequeño y con los débiles era
extraordinariamente comprensivo. El tenía por cierto lo que más tarde afirmará
y repetirá San Francisco de Sales, que "más moscas se logran cazar con una
cuchara de dulce miel que un barril de amarga hiel".
Sus contemporáneos alababan mucho "las dotes de buen amigo"
que poseía el Padre Jordán. Comprensivo, lleno de caridad, con deseos continuos
de amoldarse a los demás para poder hacerles mayor bien. El mismo lo dice en
uno de sus escritos: "Siempre me esforcé por tratar de estar de acuerdo
con los demás en todo lo bueno y por tratar de no chocar contra nadie. Quise
colocarme en el sitio de los otros para poder comprenderlos mejor. Nunca
preferí mis propios gustos en contraposición de los de los demás. Con los
soldados traté de amoldarme a ellos como si yo fuera un soldado. Con los
campesinos como si fuera un campesino. Y sobre todo me propuse ser
extremadamente comprensivo con los que sufren tentaciones, angustias y
depresiones".
San Pablo recomienda a los seguidores de Cristo: "Rían con los
que ríen, y lloren con los que lloran" (Rom. 12, 15). Es lo que hizo
siempre Fray Jordán. Leamos un ejemplo: Una noche estaba rezando los salmos con
un grupo de jóvenes recién llegados a su Comunidad, y de pronto a uno de ellos
le vino una risa nerviosa y no fue capaz de controlarla, y enseguida los demás
compañeros se contagiaron también y empezaron a reír todos, y no se pudo seguir
el rezo. Uno de los superiores quiso regañarlos, pero el Padre Jordán les dijo:
"Mis buenos jóvenes: tenemos que reírnos alegremente porque hemos logrado
salirnos de la esclavitud del pecado y de los vicios en que nos tenía presos el
mundo y ahora hemos llegado a ser del grupo de los preferidos de Dios.
¡Riámonos pues alegremente! Y él personalmente participó de aquella alegría
juvenil.
Alguien le preguntó si un Padrenuestro rezado por un ignorante valía
menos que uno rezado por un gran doctor de la Teología, y él respondió:
"Un diamante valo lo mismo si está en manos de un sabio, que si está en
manos de un analfabeta". Otro le preguntó: ¿Qué es más necesario para la
vida del alma: rezar o meditar? Y le dijo: "Eso es como preguntar qué es
más necesario para la vida del cuerpo si comer o beber. Ambas cosas son
sumamente necesarias". Alguien le dijo: ¿Cuál es la posición mejor para
rezar, sentado, arrodillado, de pies o postrado? Y respondió: "La mejor
posición para rezar es aquella en la cual cada uno se siente mejor, con más
fervor y con más inclinación a rezar bien". (Esta frase la repitió
textualmente el Papa Pío XI, 700 años después de haber sido pronunciada por
nuestro santo). El superior de una Comunidad le pidió que le quitara aquel
cargo, aduciendo que ese oficio le traía cuatro males: orgullo, honores,
trabajos y humillaciones. El Padre Jordán le respondió: "Los dos primeros
sí son males y de ellos te libre Dios, y esfuérzate por evitarlos. Los otros
dos, el trabajo y las humillaciones, son grandes bienes que te conseguirán un
puesto altísimo en el Reino de los cielos".
El Padre Jordán, aprovechando que Dios le había concedido tal eficacia
de la palabra que dondequiera que predicaba o hablaba la gente, conseguía
vocaciones, fue recorriendo ciudades y países predicando y consiguiendo que
muchísimos jóvenes entraran de religiosos. El Señor le concedió la inmensa
alegría de que el fundador de la Comunidad, Domingo de Guzmán, fuera declarado
santo por el Sumo Pontífice en 1234. Con esta bella noticia ya Jordán podía
irse al cielo tranquilo. Y dispuso viajar a Jerusalén para visitar los Santos
Lugares donde vivió y murió Nuestro Señor Jesucristo, y para visitar a los
Padres Dominicos que trabajaban en esas tierras.
Pero en el viaje de regreso, el barco que lo transportaba fue lanzado
por una violenta tempestad a las costas de Siria, frente a la ciudad de
Tolemaida y Fray Jordán y los demás pasajeros murieron ahogados. Era el 13 de
febrero del año 1237.
Las olas llevaron a las orillas del mar el cadáver del Padre Jordán y
sus religiosos lo sepultaron con toda solemnidad. Después las gentes empezaron
a conseguir milagros por su intercesión, y el Papa León Doce lo declaró Beato.
Padre Jordán: Gran promotor de vocaciones:
recuérdanos siempre aquella frase de un gran Pontífice: "Las vocaciones
existen. Lo que hay que hacer es cultivarlas
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