Jesús repite para que ha venido y descubre su misión. Nos revela que de la misma forma que el Padre le ama, así nos ha amado Él. Y nos ofrece su amor constante si permanecemos en Él. Es una amor sin condiciones e inmerecido, porque no tenemos ni podemos hacer méritos para merecerlo. Pero nos deja libres para aceptarle o no.
Por eso nos invita a permanecer en Él de la misma manera que Él permanece en el Padre. Si guardamos sus mandamientos, tal y como Él lo hace con el Padre, permaneceremos en Él. Porque sin Él no podemos hacer nada. Y sólo hay un mandamiento que guardar, el amor a los hermanos, porque en el amor a los hermanos, incluso los enemigos, está contenido el amor al Padre.
Ahí está la dificultad. ¿Cómo amar a los enemigos? Se puede amar a los amigos, pero a los enemigos es muy difícil. Imposible, diría. La única posibilidad sería dejándose amar primero por el Padre. Ese sería nuestro primer y único mandamiento, dejarse amar por el Padre, para que su Amor nos transforme y nos capacite para amar a los demás, de forma especial a los enemigos. Porque esa es la prueba verdadera del amor.
Es relativamente fácil amar a quien te ama; es relativamente fácil amar a tus amigos y familia, pero no parece lo mismo cuando a quien tienes que amar es al que te hace mal y se enemista contigo. La envidia y la venganza son murallas que te impiden amar. Y el Señor te descubre que tu amor tiene poder para derrumbar esas murallas si permaneces en Él.
Porque esa es la forma y la manera de amarnos del Padre. Y así también nos ama Él. Y sólo si guardamos ese mandamiento seremos capaces de permanecer en el Señor. No podemos hacerlo por muchas oraciones, celebraciones y rezos que hagamos, porque sólo vale el amor. El amor que en, con y por el Espíritu Santo podremos ser capaces de vivir y dar.
Y en las últimas recomendaciones que Jesús nos da, nos anima a pedirle al Padre esas cosas que necesitamos para permanecer en Él, y esa, la de que transforme nuestro corazón en un corazón humilde, sencillo y abierto al perdón y amor de los hermanos, es la más importante.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.