(Mc 1,14-20) |
Hay señales que nos indican el momento y la hora de empezar la obra. El encarcelamiento de Juan el Bautista fue la señal de que Jesús empezará su vida publica. La misión de Juan había terminado, y ahora empieza la de Jesús.
«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Jesús está entre nosotros, y en Él está el Reino de Dios. Por lo tanto, más cerca imposible. Y hoy lo tenemos en cada Eucaristía, bajo la especies de pan y vino, y a cada instante en su presencia espiritual en nuestro corazón.
Lo primero que hace Jesús es elegir a sus más íntimos colaboradores. Elige a Simón y Andrés; a Santiago y a Juan. Y ellos le siguen. Posiblemente, porque le esperaban. Posiblemente, porque ansiaban la llegada del Mesías y tras las indicaciones de Juan el Bautista estaban dispuestos a la llamada. Pero, ¿nos ocurre a nosotros lo mismo? ¿O nosotros no esperamos a nadie?
Es posible que tengamos que sufrir algún percance o problema para levantar la mirada y experimentar deseos o esperanza de encontrar al salvador que nos libere de esa situación. Pero, también es posible que no llega esa oportunidad y llegue algo tarde.
Pidamos al Señor que nos dispongamos a estar expectante y dispuestos a buscarle y permanecer en Él, porque sólo Él es nuestra esperanza y salvación. Amén.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.