Marcos 13, 33-37 |
La
vida es una oportunidad para, a través de ese hermoso tiempo, poder
perpetuarla y vivirla eternamente. La vida es un tiempo de salvación. Un
tiempo que ya ha empezado en cada uno desde su nacimiento. Un tiempo al
que se responde con el corazón, porque en él está la llave de aceptar
esa salvación ofrecida.
Hoy,
el Señor consciente de nuestras debilidades, nos alerta a que estemos
vigilantes. Vigilantes supone no dormirnos ni distraernos, y eso
significa permanecer atentos a nuestras debilidades para no caer en el
error de la tentación y aceptarla. Vigilantes supone fortalecernos en la
oración y en la Eucaristía, y perseverar en centrar todos los pasos de
nuestra vida en la Palabra del Señor.
Vigilantes
significa que mi vivir no es un vivir según el mundo, sino según la
Palabra de Dios, y que todo los acontecimientos de mi vida son
alumbrados por la Palabra y desde la acción del Espíritu Santo. Porque
no sabemos la hora de nuestra partida y la llegada del Señor. Nos basta
saber que vendrá porque sólo Él tiene Palabra de Vida Eterna, y nos ha
prometido venir.
Por
lo tanto, perseveremos injertados en el Señor sin miedos ni temores.
Perseveremos confiados que con Él podemos vencer todas las dificultades
que el mundo nos pone, y perseveremos en la confianza de que no vamos
solos, sino que nos acompaña y asiste el Espíritu Santo.
Danos, Señor, la fortaleza, la paz y sabiduría de permanecer en tu Palabra, y de nunca apartarnos de Ti. Amén.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.