No es nada difícil. Simplemente hacer el bien y estar pendiente de ayudar, de comprender, de no criticar ni murmurar, de ser humilde, de servir a quien te pida porque lo necesita. Lo que tienes que hacer está claro, pero lo difícil será hacerlo. Y hacerlo cuando estás bien o mal.
Descubres entonces la necesidad de refugiarte en el Espíritu Santo. Sólo tienes que empeñarte, ¡que es lo que todos queremos! en hacer el bien y te encontrarás con el Señor. Porque tú solo no puedes hacerte bueno, pues estás tocado por el pecado y el demonio te puede. Necesitas la ayuda de la Gracia de Dios.
Por eso necesitas orar, hablar con Dios, pedirle por todas tus necesidades. Necesitas pedirle fuerzas, dominio de ti mismo, voluntad y sabiduría para fortalecido en la Roca del Espíritu Santo superar los obstáculos con los que el demonio te tienta. Y en el alimento diario de la Eucaristía encontrarás el alimento que nos hará fuerte para permanecer firmes como roca.
Pidámosle al Señor la sabiduría de permanecer fieles a su Palabra y centrado en Xto. Jesús, Rey del Universo. Amén.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.