Todos los hombres tienen sed, una sed de justicia y de amor. Nadie quiere el mal. Es posible, y así ocurre, que esclavizados por el egoísmo y la carne se ven inclinados a hacer mal, pero en lo más profundo de sus corazones aspiran al bien. La felicidad está sellada e inscrita en el corazón del hombre.
Y
todos tenemos sed de Dios. Un Dios que nos da esa felicidad eterna que
buscamos posiblemente en lugares equivocados y de perdición. Pero al
mismo tiempo sentimos necesidades materiales, hambre de pan. Son las
necesidades básicas que todo hombre experimenta: sed y hambre de Dios y
de pan.
Hoy,
día del Domund, con el lema "renace la alegría", queremos significar
que todo nos ha sido regalado de forma gratuita por nuestro Padre Dios. Y
nos ha sido dado para compartirlo de forma justa y equitativa entre
todos los hombres de buena voluntad, para provecho y utilidad de todos.
Demos pues a los hombres lo que les corresponden, de parte de los mismos
hombres que lo han recibido en abundancia de Dios y de parte de Dios,
porque todos sus hijos tienen derecho a una vida digna.
Eso
es lo que nos revela Jesús en el Evangelio de hoy, dar al Cesar lo que
le corresponde al Cesar, pero a Dios lo que le corresponde a Dios. Y
Dios es nuestro Señor, que ha creado todas las cosas para el bien y
provecho de los hombres, y al propio Cesar le ha dado poder desde arriba
para que sea bien administrado.
Pidamos
al Señor luz y sabiduría para que, desde nuestro pequeño mundo, sepamos
recibir y compartir todo lo que se nos ha dado, espiritual y material,
en bien de todos los hombres. Amén.
DAR AL DOMUND LO QUE ES DEL DOMUND
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.