domingo, 5 de octubre de 2014

¿NOS HEMOS APROPIADO DE LA VIÑA DEL SEÑOR?

(Mt 21,33-43)

Vivimos en un mundo que nos hemos apropiado. No nos importa averiguar si nos pertenece o no. Se nos ha dejado para vivir nuestra vida y lo hemos tomado como nuestro. Ni siquiera nos preguntamos a dónde vamos o cual es nuestra meta. Simplemente tratamos de vivir bien y satisfacer nuestras apetencias, apegos y pasiones. Lo demás no parece importarnos.

Por descontado que no compartimos sino con aquellos que nos produzca algún interés o beneficio. Y no nos sentimos deudores de nadie. A nadie debemos de responder ni rendir tributos. La Viña nos pertenece y la administramos según nos convenga. Quizás nos parezca un cuento, pero es la realidad de lo que ha ocurrido en el mismo pueblo de Dios y lo que posiblemente ocurra en muchas parcelas de la Iglesia de hoy.

Hay divisiones y diferentes punto de ver las cosas. Vivimos en este momento un sínodo sobre la familia, porque hay muchos criterios diferentes o diferentes formas de interpretar la situación de la familia. ¿Qué hacer? ¿Dónde recurrir? ¿Cómo administramos la Viña que se nos ha dejado? Son preguntas que debemos, a la luz del Espíritu Santo tratar de responder.

La historia nos descubre que los enviados, profetas, han sido rechazados, incluso hasta con la muerte. Y su propio Hijo recibió el mismo trato. Hoy quizás no rechazamos al Hijo, pero, ¿hacemos su Voluntad? Esa es la pregunta que hoy el Evangelio nos interpela y nos lanza.

Tengamos presente las Palabras de Jesús: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión nos ayuda a conocernos, también a conocerte, y en el mutuo conocimiento nace la comprensión, la confianza, las diferencias, los defectos, las virtudes...etc.

Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.