domingo, 21 de septiembre de 2014

LLAMADOS CONSTANTEMENTE

(Mt 20,1-16)

Si el Señor no nos busca estamos perdidos. Incluso, en constante búsqueda y llamada somos muchos los que permanecemos indiferentes y miramos para otro lado. Muchos ni quieren oír hablar de Él. ¿Qué sería de nosotros si el Señor no se preocupara  y nos dejase de la mano? No sería difícil imaginar la terrible tragedia de nuestra vida.

Sin Él nuestra vida carece de sentido, porque nuestra esperanza no existiría. Esperanza que todos tenemos, aunque muchos la ponga en otras cosas equivocadamente. Pero está ahí, y en Él somos constantemente llamados. A veces por las calles, en las plazas o en otros lugares, y por la mañana, tarde e incluso noche. El Señor quiere ocuparnos y despertarnos a trabajar por su Reino. Un Reino de justicia, de amor y de paz.

Independientemente de la hora a la que acudamos a su Viña, seremos siempre indignos de recibir salario alguno, porque por justicia no merecemos ser pagados. Si el Señor aplicara su Justicia nadie escaparía a su condena, pero es Misericordioso y, por su amor, no sólo nos llama, sino que nos perdona y hasta nos paga un salario. Un salario que distribuye según su Misericordia y su Bondad.

¿Quiénes somos nosotros para reprocharles? ¿Con qué autoridad levantamos nuestra voz para pedirle justicia al único y verdadero Justo? ¿Acaso no le debemos toda nuestra existencia? ¿Y no nos llama siempre, incluso cuando peor lo estamos pasando o más le necesitamos?

Demos gracias al Señor por buscarnos y preocuparse por nuestra indiferencia, nuestra pasividad, nuestra pereza y darnos la oportunidad de trabajar por su Reino, que es nuestro Reino, pues Él lo ha creado para y por nosotros. Amén.

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.