Mt 13, 24-43 |
Vivimos en un mundo donde todos los caminos no son buenos. Eso lo descubre el hecho de que seamos libre, porque la libertad nos ha sido dada para elegir. ¿Y qué hay que elegir? Pues precisamente el verdadero y único camino que conduce a la Casa del Padre. Un Padre que nos llena de amor y felicidad eterna.
Hemos
sido sembrados por la Palabra de Dios, pero el Maligno se ha ocupado de
sembrar también mala semilla, la cizaña, y crecerá junto a la buena
semilla. Su proximidad hará que mucha de la buena semilla quede dañada
por la mala, y que incluso se pueda perder. Necesitamos cuidarnos de la
influencia de esa semilla mala que tratará de confundirnos, desviarnos y
estropear nuestras raíces para que no demos frutos y seamos también
pastos de las llamas.
Porque
la mala semilla, la cizaña, está destinada a ser quemada y destruida y a
servir de leña al fuego devorador. Mientras que la buena semilla, la
que persista y se agarre fuertemente a la tierra y se abra a la Gracia
de Dios, resistirá los embates de la cizaña y alcanzará ser fecunda y
dar frutos. Así serán los hijos del Reino de Dios, semejante a la
levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta
que fermentó todo».
Pidamos
desde lo más hondo de nuestro corazón la Gracia de fecundar la Palabra
de Dios y de hundir nuestras raíces en lo más profundo de la tierra
para, fortalecidos en el Espíritu, perseverar hasta la hora de la siega.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.