1. La alegría del Evangelio llena
el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes
se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la
alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos
para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa
alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos
años.
I. Alegría que se renueva y se comunica
2. El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora
oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón
cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de
la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los
propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los
pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría
de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes
también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se
convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción
de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa
no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo
resucitado.
¿Experimentamos esa alegría evangélica, o nos quedamos a media hasta el punto de no sentirnos impulsado a vivir desde la alegría y el compromiso el Amor de Dios Padre?
¿Qué buscamos en el camino de nuestra vida? ¿Tenemos nuestra vida interior apagada por los intereses consumistas y materiales que este mundo caduco nos ofrece?
¿Queda nuestro corazón excluido de ser libre y disponible para amar a aquellos que carecen de lo más elemental?
De momento podemos hacer un alto en el camino y reflexionar o interpelarnos. Descansados seguiremos caminando en otro momento.
¿Experimentamos esa alegría evangélica, o nos quedamos a media hasta el punto de no sentirnos impulsado a vivir desde la alegría y el compromiso el Amor de Dios Padre?
¿Qué buscamos en el camino de nuestra vida? ¿Tenemos nuestra vida interior apagada por los intereses consumistas y materiales que este mundo caduco nos ofrece?
¿Queda nuestro corazón excluido de ser libre y disponible para amar a aquellos que carecen de lo más elemental?
De momento podemos hacer un alto en el camino y reflexionar o interpelarnos. Descansados seguiremos caminando en otro momento.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.