Sin lugar a duda, amar es la plenitud
del corazón del hombre. Y se experimenta cuando te sientes rechazado,
excluido y fuera del círculo de amigos. LLegas incluso a hacer locuras
por ser aceptado. El amor pide la exigencia de ser correspondido y en el
terreno amoroso del noviazgo, el no ser correspondido origina fracaso,
depresión y sentimientos de infelicidad.
Pero,
lo sorprendente y grande es que el Amor de nuestro Padre Dios supera
esa barrera y ama aún no siendo correspondido. La plenitud del Amor es
identificarnos con el Amor de Dios y amar por encima de ser o no
correspondido. Es decir, darse gratuitamente sin condiciones. Esa es la
locura de Amor de Dios, y por la cual entrega, hasta la muerte, a su
Hijo.
Una
entrega gratuita, voluntaria y plena hasta el extremo de abrazar la
Cruz por cada uno de nosotros. Por ti y por mí, para invitarnos a la
salvación eterna en el amor de unos para con otros tal y como Él nos ha
amado y nos ama en el Nombre del Padre.
Dejarnos
limpiar de tantas malas intenciones, resentimientos, pecados y fracasos
es la mejor manera de decirle al Señor que creemos en Él, y disponer
nuestro corazón de forma sencilla, humilde, callada y obediente a la
acción del Espíritu Santo es confirmarle que no sólo creemos sino que
queremos seguirle hasta la eternidad prometida.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.