Queridos hermanos:
El temor de Dios, don del Espíritu Santo,
no quiere decir tener miedo a Dios, porque sabemos que Dios es nuestro
Padre, que nos ama, nos perdona siempre. Cuando el Espíritu Santo habita
en nuestro corazón, nos infunde consuelo y paz, aquella actitud de la
persona que deposita toda su confianza en Dios y se siente protegido,
como un niño con su papá.
Este don del Espíritu Santo nos permite imitar al Señor
en humildad y obediencia, no con una actitud resignada y pasiva, sino
con valentía, con gozo. Nos hace cristianos convencidos de que no
estamos sometidos al Señor por miedo, sino conquistados por su amor de
Padre. Leer más...
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.