
José está presto a levantarse y a mudar de lugar, pero también de corazón. Por la acción del Espíritu Santo cambia su pensamiento sobre María, y la deja permanecer en su corazón, le hace el hueco que había pensado quitarle por la encarnación. José también se fía del Ángel enviado por el Señor, y entrega su corazón en la obediencia.
José y su familia (María y el Niño) emigran obedeciendo al Ángel. Sus corazones no se cierran a las indicaciones que Dios les envía, sino todo lo contrario, se abren y se mueven, hacen la mudanza de cambiar sus pensamientos según los de Dios comunicados por el Ángel. ¿Estamos nosotros, nos preguntamos, también en la actitud y disposición de cambiar, de mudar y obedecer las indicaciones del Espíritu Santo?
José defiende la vida de su Hijo Jesús, el Niño Rey, nacido y amenazado de muerte. José huye y se aleja del peligro del mundo, de la envidia y el poder que amenazan a su Hijo. También nosotros somos amenazados por el poder, las riquezas y el Príncipe de este mundo, ¿y luchamos contra ellas?
Acudamos a la Sagrada Familia y, acomodados en ella, estemos prestos y atentos a cambiar y mudar nuestro corazón por un corazón de carne, obediente y entregado a vivir en la Voluntad de Dios.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.