Alardeamos de lo que hemos conseguido, y en más de una ocasión hemos oído: "Estoy orgulloso de lo que he conseguido, y en ello nadie me ha ayudado". Frases como estas o muy parecidas las hemos escuchado en algunos momentos de nuestra vida. Sin embargo, reconocer que todo nos ha sido dado se nos hace más difícil escuchar. Y la realidad es esa. Bien por nuestros padres o bien porque la vida nos ha dado la oportunidad de conseguir muchas cosas, todo nos ha sido regalado.
Y en última instancia, lo recibido, desde la vida hasta el último suspiro de nuestro corazón está sostenido por la Misericordia y Amor de Dios. El Evangelio de hoy nos narra la curación de diez leprosos. De ellos, uno solamente, el samaritano, se volvió para agradecer y alabar al Señor, pues de Él había recibido la curación. Nosotros y todos hemos recibido la vida y todo lo que en ella hemos conseguido. Es verdad que hemos recibido unas cualidades y talentos que tenemos que poner en acción, pero todo en última instancia depende de Dios, porque de Él es todo lo que existe.
¿Cuántos de nosotros nos volvemos para pararnos y agradecerle todo lo recibido? ¿Realmente somos conscientes del Amor que nuestro Padre Dios nos tiene, y de todo lo que hemos recibido de Él?
Pidamos al Espíritu Santo que nos dé la sabiduría de darnos cuenta del Amor de Dios y de todo lo que hemos recibido gratuitamente para, agradecidos profundamente, darle gracias.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.