No se trata de estar detrás de la puerta y al acecho. Ni de tampoco estar preocupado y vigilante esperando la sorpresa de la presencia del Señor. Se trata de permanecer en su presencia esforzándonos en hacer su Voluntad cada momento de nuestra vida.
Vivir y estar vigilante significa tener el corazón abierto y dispuesto a pasar por la cruz del servicio, de la entrega y la atenta acogida, del esfuerzo por hacer la paz y la justicia en el camino de tu propia vida. Vivir y estar vigilante significa morir en el olvido de ti mismo por el servicio y atención a los demás.
Se trata de que la hora de tu vida sea sorprendida en la disposición y actitud del abrazo a la Cruz. Cruz que te lleva a darte y a poner todo los bienes y talentos recibidos al bien común. No hay un momento para hacer la Voluntad de Dios, y otros momentos para hacer mi voluntad. Se trata de que cada momento sea la Voluntad de Dios la que mueva tu vida. De esa manera serás sorprendido en la vivencia de su Voluntad.
Cada día repetimos más de una vez la intención de querer hacer su Voluntad en el Padre nuestro. Se trata de que, sin darnos cuenta y por su Gracia, cada día no sólo lo digamos, sino que al mismo tiempo la vivamos llevándola a nuestra vida.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.