miércoles, 21 de agosto de 2013

AUDIENCIA GENERAL DEL 19 DE JUNIO



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me detengo en otra expresión con la que el Concilio Vaticano IIindica la naturaleza de la Iglesia: la del cuerpo. El Concilio dice que la Iglesia es Cuerpo de Cristo (cf. Lumen gentium, 7). Desearía partir de un texto de los Hechos de los Apóstoles que conocemos bien: la conversión de Saulo, que se llamará después Pablo, uno de los mayores evangelizadores (cf. Hch 9, 4-5). Saulo es un perseguidor de los cristianos, pero mientras está recorriendo el camino que lleva a la ciudad de Damasco, de improviso una luz le envuelve, cae a tierra y oye una voz que le dice: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Él pregunta: «¿Quién eres, Señor?»; y la voz responde: «Soy Jesús, a quien tú persigues» (v. 3-5). Esta experiencia de san Pablo nos dice cuán profunda es la unión entre nosotros, cristianos, y Cristo mismo. Cuando Jesús subió al cielo no nos dejó huérfanos, sino que, con el don del Espíritu Santo, la unión con Él se hizo todavía más intensa. El Concilio Vaticano IIafirma que Jesús, «a sus hermanos, congregados de entre todos los pueblos, los constituyó místicamente su cuerpo, comunicándoles su espíritu» (Const. dogm. Lumen gentium, 7). Leer más

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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.