Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me detengo en otra expresión con la que el
Concilio Vaticano IIindica la naturaleza de la Iglesia:
la del cuerpo. El Concilio dice que la Iglesia es Cuerpo
de Cristo (cf.
Lumen gentium, 7). Desearía partir
de un texto de los Hechos de los Apóstoles que conocemos
bien: la conversión de Saulo, que se llamará después
Pablo, uno de los mayores evangelizadores (cf. Hch
9, 4-5). Saulo es un perseguidor de los cristianos,
pero mientras está recorriendo el camino que lleva a la
ciudad de Damasco, de improviso una luz le envuelve, cae
a tierra y oye una voz que le dice: «Saulo, Saulo, ¿por
qué me persigues?». Él pregunta: «¿Quién eres, Señor?»;
y la voz responde: «Soy Jesús, a quien tú persigues» (v.
3-5). Esta experiencia de san Pablo nos dice cuán
profunda es la unión entre nosotros, cristianos, y
Cristo mismo. Cuando Jesús subió al cielo no nos dejó
huérfanos, sino que, con el don del Espíritu Santo, la
unión con Él se hizo todavía más intensa. El Concilio
Vaticano IIafirma que Jesús, «a sus hermanos,
congregados de entre todos los pueblos, los constituyó
místicamente su cuerpo, comunicándoles su espíritu»
(Const. dogm.
Lumen gentium, 7). Leer más
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión nos ayuda a conocernos, también a conocerte, y en el mutuo conocimiento nace la comprensión, la confianza, las diferencias, los defectos, las virtudes...etc.
Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.