No coincide siempre lo que se dice con lo que se cree. Podemos afirmar que se dice esto, pero nosotros tener una opinión muy diferente. Es importante saber que pienso y en que creo. Y esa es la pregunta que Jesús me dirige hoy a mí: ¿Y tú qué dices de mí?
No cabe duda que de decir que Jesús es el Hijo de Dios verdadero no supone seguirlo. Puedo creer en Él y puedo no vivir en Él. De hecho, hay mucha gente que se confiesa creyente pero sigue sus propios impulsos y criterios, y no los de Jesús.
Creer en Jesús, no es solo confesarlo sino vivirlos con todas sus consecuencias: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará».
Creer en Jesús es seguirle, y eso se nota y tiene un singular modo de hacerlo: "Amar, porque ese fue el estilo que Él vivió, olvidando sí mismo y dándose gratuitamente, por amor, al servicio de los demás hasta el extremo de entregar su propia vida. ¿Estamos nosotros en esa actitud? ¿Y nos esforzamos por llegar a vivirla? Esa debe ser nuestra lucha y nuestra meta, sin perder la confianza de que no estamos solos. Contamos con la presencia del Espíritu Santo, que nos acompaña y nos asiste en nuestras debilidades.
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Y todo eso se puede unir por el amor. Amar es permanecer unidos en Aquel que nos une: Jesús de Nazaret.