La transubstanciación es una palabra clave del misterio eucarístico. Sin ella, el rito instituido por Cristo en la última Cena no pasaría de ser un bonito símbolo; con ella, en cambio, los cristianos sabemos por la Fe que Él está con nosotros "escondido" bajo las apariencias del pan y del vino. Sin ella, la Eucaristía sería sólo una recuerdo piadoso de ese rabino tan extraordinario que fue Jesús; con ella, en cambio, estamos ante un Sacramento de su presencia, ante el admirable misterio del que participamos admirablemente, porque el tiempo ha sido definitivamente transformado. Con la Eucaristía, en efecto, tenemos a Jesús con nosotros, realmente presente "con su cuerpo, con su sangre, con su alma, con su divinidad".
Este es el principal significado de la palabra transubstanciación, que ha sido acuñada hace siglos para definir lo esencial del misterio eucarístico. Lo que vemos y gustamos es sólo la apariencia de las especies sacramentales, pero realmente recibimos la persona de Cristo. Y aunque son muchos a los que no les gusta, hay que seguir con ella.
Precisamente por eso, me parece muy interesante aludir a otras dos transubstanciaciones que se producen durante la liturgia eucarística:
En primer lugar, la epíclesis -invocación del Espíritu Santo- no sólo produce -junto a las palabras de la consagración- esa transformación de las especies sacramentales sino que actúa también sobre los fieles congregados en la asamblea y sobre los sacerdotes que celebran la Eucaristía. Son divinizados, transformados en Cristo; los corazones de piedra pueden convertirse en corazones de carne. Esta idea es particularmente importante de señalar para todos aquellos fieles que se encuentran en situaciones matrimoniales irregulares: aunque les esté prohibida la recepción del Sacramento, sin embargo nada impide que "comulguen" con Cristo y con los demás de esa manera misteriosa y espiritual.
En segundo lugar, hay otra transubstanciación mucho menos conocida y no por ello menos fundamental. ¿Por qué se denomina "Eucaristía" al sacrificio instituido por Cristo la noche del jueves santo? ¿Qué sentido tenía llamar "Acción de gracias" a un rito realizado en el momento más oscuro de la vida de Jesús, desde el punto de vista humano: la traición de la mayoría de sus discípulos, los ultrajes y sufrimientos de toda índole que sabía habría de padecer?
Aquí está la clave precisamente. Jesús instituía el sacrificio mediante el que se produce la "transubstanciación" de todas las realidades negativas en positivas. Por eso daba gracias a Dios Padre, porque quienes recibieran la Eucaristía a lo largo de los siglos podrían producir también ellos ese milagro de cambiar la sustancia negativa de las cosas en sacrificios ofrecidos a Dios.
Las tres trasnsbstanciaciones están íntimamente ligadas y me parece que en este preciso orden. La primera es signo de las otras dos.
Hay quienes no pueden "comulgar", es decir, recibir el signo sacramental; pero de ninguna manera les está vedada la participación en las otras dos transubstanciaciones!
Publicado por Joan Carreras
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